lunes, 26 de marzo de 2012

Personajes populares de La Orotava, en el recuerdo




 

                          Personajes populares de La Orotava, en el recuerdo

Benjamín AFONSO


Todo el mundo piensa que la historia la hacen los grandes hombres. No hay que oponerse a tal creencia, al contrario, hay que compartir esa idea pero hasta cierto punto. Porque si los grandes símbolos históricos están representados siempre por figuras de extraordinario relieve, los más sabrosos ingredientes que salpimentan la historia humana salen de las personas casi anónimas, pertenecientes a la rica cantera anecdótica del pueblo. Los personajes que yo pretendo rescatar, salvo raras excepciones, hace años que han dejado el mundo de los vivos para instalarse en el más allá. Hubo una larga lista de personajes populares en La Orotava que se movían, en los años sesenta como pez en el agua en los bares y cafeterías de la calle Calvario, la Avenida José Antonio, la Plaza La Constitución y en cualquier rincón del pueblo donde hubiera alguna tasca, venta o güanchinche que sirviera buen vino del país, aunque esto último no era condición sine qua non si la urgencia del caso lo requería.
Los que les conocimos los recordamos tal y como en realidad eran: A ratos irónicos, tristes a veces y, en todo momento, chispeantes. Nada trascendental porque se trataba de gentes sencillas a los que el tiempo ha ido sumergiendo en las agua profundas del olvido y que, ahora, trato, insisto, de rescatar; aunque, no obstante, llenaron una época con la resonancia de su ingenio.

Pero, ¿cómo era La Orotava a principio de los 60...? Calles adoquinadas en las que crecía la hierba, charcos más o menos verdinosos y mortecinos faroles es las esquinas...
Por sus nombres los conoceréis; y si no, por lo menos los recordareis, vosotros, los que aún vivos, los conocisteis.

¿Quién, por ejemplo, no se acuerda de Perico "culogoma", que se ganaba la vida acarreando cubos de agua para las gentes que vivían en la calle Calvario y haciendo de recadero de sus vecinos?. Su figura, de hombre medio vencido por las miserias, aparecía y desaparecía en la calle La Sidrona para ir a dormir bajo unos arbustos que estaban a la altura de donde hoy se encuentra en busto de San Juan Bosco, fundador de la congregación salesiana. ¡¡Quién le iba a decir al pobre Perico que en aquel lugar, que él había escogido  como mansión para sus sueños, que con el paso de los años levantaran un busto al cura que en sus sueños veía los sufrimientos y los horrores de aquellos que ardían en el fuego del Infierno!!... La verdad es que entre ambos había una gran diferencia, pues mientras el primero tenía sueños tenebrosos, Perico, al llegar la noche, caía en los brazos de Morfeo como un angelito, viendo de entre las ramas que le hacían de techo como las estrellas recorrían el cielo.

Este personaje era capaz de recorrer cualquier calle de la Villa echándose "pedos", por lo que para defenderse de las bromas de la chiquillería  Perico se llenaba los bolsillos de piedras, que luego lanzaba contra los que osaban burlarse de él. Una noche de invierno, Perico no pudo soportar el terrible frío que descendía por la ladera. Fue en diciembre, el Teide y las cumbres estaban nevados, el aire era frío y penetrante, abarcando todos los rincones del Valle. Su pequeño habitáculo de arbustos y ramas no eran suficientes para protegerse de las bajas temperatura. No había donde ir ni a quien acudir. Estaba avanzada la noche, los bares estaban cerrados, había que buscar una solución. Decidió entonces dormir al borde de la chimenea de la calera que existía cerca del colegio de La Milagrosa. El calorcillo que desprendía las piedras hizo  que el pobre de Perico cayera en un sueño profundo y plácido. Pero...he aquí que mientras dormía siguió una orden de su subconsciente que le ordenada cambiar de postura para buscar un acomodo mejor a su ya maltrecho cuerpo, calculó mal el ancho del borde de la chimenea y cayó al fondo. La cosa no pasó del susto porque los gritos de Perico fueron escuchados por los vecinos de los alrededores, que se prestaron a sacarlo de aquel horno que empezaba a calcinarle las plantas de los pies.


Y "Taquito Regalado", con una tremenda borrachera fue a parar a la pila de agua que hay en la plaza de Casañas, frente a la iglesia de la Concepción. Por suerte, en ese momento pasaba por allí don Melchor Zárate, rescatándolo sano y salvo aunque empapado de agua. A los dos o tres días Taquito se cruzó con don Melchor y le dijo: "Adiós Padrino". A lo que éste le preguntó extrañado: ¿A qué viene eso ahora?. Replicándole Taquito: ¡Oh, no me sacó usted de la pila!...Taquito era un punto "filipino". Tocaba el timple y la contra de maravilla.

El Vendedor de Periódicos 

Otro de contemporáneos era Isidro "el bubango", que vendía el periódico LA TARDE. Recogía la mercancía en la desaparecida librería de Manuel Vivas, situada frente al Bar Fariña, a quien preguntaba que noticia era la más interesante para ir voceándola por las calles. Este trabajo lo realizaba no sin antes berberse unos Terrys, coñac que por aquellos años estaba de moda, a pesar de que su graduación alcohólica no bajaba de los 60 grados, como mínimo. Se dedicó a ello casi toda su vida, lloviendo o haciendo sol, convirtiéndose en una figura habitual en el acontecer diario, y con él desapareció el último vocero de la prensa. Se sabe que si alguien señalaba al "Bubango", éste se secaba y moría, asunto que le producía una gran indignación. Su afición al alcohol aceleró su final.

Y  Melchor "el carpintero", profesional de la artesanía de la madera que, con gran humor, en una ocasión en el Bar Fariña, un cliente le reclamó la terminación de una mesilla de noche, a lo que respondió: "Si no trabajo de día cómo quiere que se la haga de noche".

Por aquel entonces, el "Chela", que era un jovencito, cosa que no le impidió ganar varios concursos de relatos navideños convocados por el desaparecido periódico LA TARDE, acudió tres veces consecutivas para que Melchor le arreglara el brazo de su guitarra, que siempre había algún gracioso que lo partía, a lo que le aconsejó que para que no volviera a ocurrir la única solución era ponerle en el brazo un hierro, lo que aquel aceptó resignado. Nunca más aquella guitarra sonó medianamente bien. Porque destrozaba los guateques.

El intelectual          
El Bar Fariña era punto de encuentro de estos personajes. Allí acudía Santiago "el orejudo", persona que, aunque con pocos estudios, era amable, correcto y siempre dispuesto. Se las daba de intelectual y conocedor de muchos temas, tanto divinos como humanos. Un día, leyendo la prensa local , en voz alta, le dijo al camarero: ""La ví flota americana sale hacia el mediterráneo", siendo la VI flota americana. O cuando le preguntaban si había estado por allí Ramón y Cajal, respondía , ni corto ni perezoso: "Ahora mismo estuvo aquí tomándose un café y acaba de salir". Y si su mujer le llamaba la atención en público le suplicaba: "Carmela, por favor, que están pasando los transeúntes".

Y cómo no vamos a rescatar a Amparo "la reverona", una pobre mujer aficionada al alcohol, que tenía por costumbre esperar el paso de los entierros para lanzar contra el difunto improperios y maldiciones. Aquello era todo un espectáculo, especialmente en los llamados entierros "de primera", que eran los que más curas llevaban... Por mucho que la Policía Municipal le suplicara, Amparo no se privaba de insultar al difunto. Entonces, entre los rezos del clero sobresalían los grito de Amparo: "Cabrón, ahora vas arder en el fuego del infierno"... "Fuiste más ruin que mierda perro y las vas a pagar"..."Hijo de puta, un día te pedí limosna y me cerraste la puerta de tu casa, así te haga el Señor y te envíe directo con Satanas". Pero el que un día se llevó la peor parte fue cuando uno de aquellos curas, cuenta que el más jovencito, tuvo la osadía de salirse de la comitiva para rogarle a Amparo que cesara en sus insultos. Y fue entonces cuando aquella mujer, agarrándolo del brazo le gritó: "!Sale de mi lado, maricón, chulo, incorpórate a tu trabajo¡.... Así era la pobre de Amparo. Vivía sola en una casita de la calle Calvario, un día desapareció y no se supo más de ella. Creo que murió en el Hospital de La Orotava.

El sueño de El Capiro
"El Capiro" era de lo más simpático. El hombre presumía de no haber dado golpe en su vida y hasta alardeaba de haber inventado el paro obrero. Una mañana, Manuel Arbelo, comerciante que tenía una tienda de zapatos y ropas en la Avenida José Antonio, le suplicó que le ayudara a descargar una mercancía que le acababa de llegar de Santa Cruz. Era una cuestión muy sencilla porque la furgoneta que la transportaba estaba aparcada a muy pocos metros del establecimiento, si acaso tres metros."El Capiro" después de haber oído la petición del bueno de Arbelo, se le quedó mirando y muy compungido le contestó que no podía ayudarle porque tenía el cuerpo muy mal, o lo que es igual, "maltratado".
El comerciante, ante la noticia y preocupado por la salud de nuestro personaje, le preguntó el motivo de su mal, a lo que éste le respondió: "es que anoche soñé que estaba trabajando y hoy estoy que no me tengo en pie".
Dieguito "El Mariposo" era cuestión aparte, conocido por su mal genio, le reportó convertirse en el blanco de la chiquillería. Su bastón, del que nunca se desprendía, lo blandía con sumo acierto, ya que llegó  hacer diana en las costillas de muchos de aquellos bromistas. Era visitante habitual de las familias más adineradas de la época que, aún con su mal carácter, le solían dar algunas pesetillas...

Así de ocurrentes eran aquellas gentes, que no aspiraban a grandes cosas sino a dejar que la vida transcurriera sin grandes complicaciones, alegrando la vida de los demás. Como lo hizo Lorenzo "el betunero", que presumía de ser el mejor limpia botas de la villa. Y es que sus conocimientos eran tales,  que él mismo preparaba los líquidos con los que dejaba el calzado reluciente, logrando que muchas familias adineradas del pueblo requirieran sus servicios.
Además, Lorenzo llegó a formar parte del carnaval de La Orotava. Entonces vestía de blanco y sombrero pajizo, hablaba chapurreando las frases como si de un extranjero se tratara. Más de uno llegó a confundirle con un turista inglés. Lorenzo se hospedaba en la pensión El Suizo. Una mañana apareció muerto sobre la cama. Creo que con él desapareció el último betunero de la villa.

¿Quién no conoció a Ortega el fotógrafo? Fue de los primeros profesionales que se ganó la vida en las salas de fiestas del Puerto de la Cruz a principio de los años sesenta captando con su cámara a los cientos de turistas que pasaban por la ciudad, y uno de los primeros que trabajó el color, preparando los productos que le llegaban de Barcelona.
Recuerdo que Ortega se hospedaba en el hotel El Suizo de La Orotava, de donde tuvo que salir por no poder pagar la cuenta. Allí quedaron  varios miles de fotografías producto de su trabajo, metidas en varios baúles y maletas, que nunca pudo sacar.

Y en aquellas calles no encontramos con Domingo "el Gallina", todo un símbolo de las alfombras de La Orotava. Estuvo prisionero en Fyffe durante la dictadura franquista por ser de izquierda. A su regreso sufrió la marginación de los que habían sido sus amigo. Nunca más se le dio una oportunidad para su buen quehacer. El hombre se mostraba esquivo y poco hablador....
Y para cualquiera que haya conocido la sabrosa Orotava de otros tiempos, e l recuerdo del carnaval está asociado a una simpática figura: la de Morales. Era todo un símbolo, el precursor, el heraldo, el vocero de esos días de locura pagana que desemboca inexorablemente en el miércoles de ceniza. Las calles y las plazas recuerdan la figura bamboleante de Morales.

Y es que la fama de estos personajes populares, bien por una cosa o por otra, perduran en el tiempo más de lo que se cree. Cuentan que un tal Domingo Martín, sacristán de la iglesia de Santo Domingo, tenía por costumbre confeccionar una estadística que titulaba de la siguiente forma: "Lista de los bobos que hay en el pueblo" Como es de suponer muchos de sus convecinos figuraban en el censo. Tanta fama tenía la afición de Domingo que un día, uno de los señoritos que se sentaba en los sillones que colocaban por fuera del antiguo edificio del Liceo Taoro, ahora de la Tercera Edad, queriéndose burlar del sacristán, le preguntó un día en presencia de sus amigos: "Domingo, todavía no estas tú en la lista? A lo que éste le respondió: "Si señor, por debajito de usted".
Y así era La Orotava a principio de los años 60, ya entonces daban la misma sobra de hoy los laureles de India de las plazas de La Constitución y de Franchy Alfaro. Y también las calles empedradas que circundan la iglesia de La Concepción, en las que brotaba la hierba siguen intactas. Y las casonas viejas con escudos heraldicos de las familias.
Míseras casucas junto a palacios de piedra en los que crecían los verodes, se movía Agustín Regalado (El gigante), que era a un tiempo servidor de Vulcano y devoto de Orfeo, así como orador de Baco, se echaba a la calle durante las fiestas patronales de San Isidro y estaba una semana completa tocando el timple y bebiendo. Y podía faltar cualquier cosa en La Orotava menos la figura de Agustín. Antes de morir pidió que lo enterraran con su timple.
Sería interminable la lista y las anécdotas. Muchos quedan por nombrar del pasado que fue y ya no volverá hacer nunca más.

1 comentario:


  1. No habia otro personaje al que le pusieron el mote de ¨Pascual Bailon¨como el santo era originario de la Orotava y parece ser que tiene tambien bastantes anecdotas singulares. Por cierto soy su bisnieta.
    Mª del Mar Marrero.
    Me gustaria saber algo mas de el, si alguien sabe algo por favor que lo publiquen .

    gracias. Ezkerri Kasko

    ResponderEliminar