martes, 19 de enero de 2021

Juan Manuel Huete, un poeta malogrado

 

              Juan Manuel Huete, un poeta malogrado

 

Rebuscando entre los viejos archivos, tropiezo con una poesía de José Manuel Huete García. Lo conocí en un hotel de Los Realejos, hace ahora casi 30 años. Acudí allí acompañado de su hermana Maite y del pintor orotavense Jesús Oramas. La primera impresión que me produjo fue la de un hombre preocupado e interesado por todo lo que le rodeaba y, en otros momentos; se mostraba esquivo, huidizo, reservado, por lo menos conmigo. No así con Oramas, con el que mantenía una amistad de muchos años. Ambos habían coincidido en numerosos actos culturales, por lo que estudiaban organizar una exposición en el Instituto Estudios Hispánicos del Puerto de la Cruz:  Pintura y Poesía, muestra que no llegó a celebrarse.

Con el paso del tiempo y dado que José Manuel residía en Los Realejos, los encuentros con él fueron frecuentes, lo que me permitió conocerlo mejor y mantener una estrecha amistad. Por eso, si quisiera ahora escoger una palabra con la que definir a José Manuel Huete García, escogería, entre muchas, una: generosidad.

Con los años regresó a Madrid, donde consigue publiquen algunos libros de poesía. Pero sus primeros éxitos se ven truncados por unos graves problemas de salud. A partir de ese momento, el vigor, la entereza y las ganas de luchar se convierten en desgana y apatía. Y así me lo hace saber en una poesía que me hizo llegar a través de Jesús Oramas. 

                             

                                DESDE DENTRO        

             

 ¿Cómo negar el sufrimiento

Del leño viejo

Si está hecho de años?

¿Acaso debería estar muerto?

¿Cómo impedir que el olivo

Se retuerza

Si a mi espalda

Le duele la vida?

¿Acaso el sol envidia su sombra ¿

La mirada del bosque

En su tristeza de malezas

Pisa la tierra

Y observa cómo

La raíz le crece

 

¿Acaso el alma se olvida

De cada paso que camina?

 Cómo evitar

Que el viento del sur

Sea salvaje?

Acaso los sueños se quietan

En el norte?

Si por dentro

He de escuchar el aire

De mi vida y mi muerte

Todo al fin

Ha de estar presente

Acaso soy

En algo diferente

 

 

Con esta poesía José Manuel presentía la llegada de la muerte, de su muerte. Y no se equivocaba, a los pocos meses, su hermana Maite, me llama para comunicarme su fallecimiento. Sólo decir que durante su vida se entregó a los demás, a cuantos acudían en busca de su consejo apoyo. Inclinado a los gestos interiores, dadivoso en su amistad, José Manuel Huete dejó en su epistolario, buena prueba de esa entrega, de esa honda preocupación por los pequeños y por los grandes problemas de sus amigos. Asimismo, estuvo dispuesto para entenderse con los demás. Para no ofrecer aristas algunas. Y en esa línea, supo conservar ese difícil justo medio del que hizo gala toda su vida. Y, sobre todo, para pertenecer siempre a esa categoría de personas que conducen guiados por su propia conciencia.

           

 

 

 

 

 

  José Manuel Huete García

       

   O F R E N D A

 

   Estos pasos

Que estoy dando

  Sobre los bordes de mi mismo

 No permitas

Que caigan en el olvido

Me estoy desnudando

Del material egoísmo

De mi esqueleto

Para que en tu recuerdo

Solo quede

La raíz de mi sentimiento

 No te preocupes de las hojas ya secas

Que en las esquinas      

Se van arremolinando

Que sólo son el yo

Que para seguir el camino

Me está sobrando

Mira cómo orgulloso

Se yergue el tallo

Malherido

Y cien veces cicatrizado

Pero con el vigor

De su savia

Evitando marchitarlo

Tómalo

Con la delicadeza

De tus manos

Y guárdalo

Junto a tu costado

Que es lo que está

reclamando

Antes que la penumbra

Y olvido sea

Su último paso

 

lunes, 7 de octubre de 2019

Y LA HISTORIA CONTINÚA…



Y  LA HISTORIA CONTINÚA…

Por  Benjamín Afonso

Y al igual que las anécdotas vividas por el alcalde Don Pepón en la novela de Giovanni Guareschi son tiernas y divertidas, las del alcalde de San Juan de La Rambla, Don Manolón, también son simpáticas y, en ocasiones, nada tienen que envidiar a las de su homónimo italiano. Lo digo desde ya porque el lector irá encontrando, al igual que en los sucesivos relatos los personajes que revolotean cerca de don Manolón. Nos harán reír y otras, las menos, nos sumirán en una profunda reflexión en busca de alguna explicación que nos haga comprender como un hombre tan bruto e inculto, incapaz de hacerse el nudo de la corbata fue capaz de gobernar un pueblo durante casi veinte años… Un tiempo en el que fue protagonista de aciertos y errores, de luces y sombras que lo acompañaron a lo largo de su mandato. Decir que todo fue negativo sería injusto. Don Manolón ­- aseguraba el cura don Sebastián- “sólo necesita de un soplo divino, de una luz celestial que lo haga más humano...” Eso era lo que pedía al Cristo en sus oraciones y, miren por dónde, a fuerza de tanta plegaria alguna gracia le concedía, como cuando tuvo la feliz iniciativa de construir un polideportivo para los jóvenes del barrio de San José, y en otra ocasión viviendas demandadas por las familias…
Pero lo cierto es que a nuestro personaje le dominaba una irá desaforada, incapaz de controlarla. Y era entonces cuando parecía un poseso. Y al igual que don Quijote se enfrentaba contra los molinos de viento creyéndolos gigantes, don Manolón actuaba con la misma furia y enojo contra todo aquel que no compartía sus ideas, o se negaba a cumplir sus caprichos. Pero todo eso no estaba exento de unas dosis de humor… Y es que por mucho que se esforzara en ponerle seriedad a sus decisiones, por una u otra razón las cosas se torcían de tal forma que el resultado final era una payasada que corría de boca en boca y servía de anécdota festiva en tabernas y güachinches de la comarca… Por eso todos recuerdan el día que, sin causa y motivo alguno que lo justificara le declaró la guerra a
uno de sus mejores amigos, al también alcalde del pueblo vecino de La Guancha, José Grillo. Nadie, ni los más íntimos, supieron nunca el origen de aquel encono y mucho menos, el que hasta entonces fue su amigo del alma. Si hasta hace poco era frecuente verlos juntos, charlando animadamente en cualquier calle del pueblo o degustando un buen vino de la zona, esa imagen desapareció… A tanto llegó el enfrentamiento que, cosas del destino. La casa de Don Manolón está asentada sobre una pequeña loma que en su base figuraba un cartel que rezaba: “Lomo la Guancha”. El alcalde sin pensárselo mucho y haciendo alarde de su habitual brutalidad, convocó sesión plenaria con un único punto en el Orden del Día : “Cambiar el nombre del dichoso letrero”. Sus concejales, extrañados intentaron por todos los medios conocer las razones o fundamentos de aquel arrebato, pero conocedores de que nada ni nadie le iba a quitar la idea, lo dejaron. Se celebró el Pleno con el acuerdo siguiente: “Sustituir el nombre del letrerito por “ Lomo el guanche”... Como siempre y con el paso de los años aquello acabó en otra anécdota festiva, tal como relataremos más adelante.
Tampoco sirvieron los ruegos del cura que, enterado de lo sucedido acudió ante el Cristo para pedirle -una vez más - cordura para el alcalde. Allí se postró ante la imagen y sin mediar palabra alguna le espetó:
-“Señor, dime, ¿ cómo un ser humano puede ser tan bruto, tan soberbio y verter tanto odio contra quien hasta no hace mucho era su mejor amigo..? …, qué amigo, ¡¡¡hermano..!!!”
- “Señor… sé que los hombres encerramos odio, rencor y que en muchas ocasiones somos egoístas y no ayudamos a nuestros semejantes como nos enseñaste… Además, reconozco que es muy difícil perdonar a nuestros enemigos, y más difícil aún perdonar a Don Manolón porque es un mulo con pantalones… pero dale cordura y un poquito de raciocinio.”
-El Cristo, sonriendo, le contestó:
-“Mira, Sebastián, tú mismo estás demostrando que guardas rencor a quien debes considerar un hermano...No pidas a los demás que sigan mis enseñanzas y ejemplo cuando tú, que te consideras mi discípulo no la practicas…”
-Pero, Señor… (dijo don Sebastián queriendo rebatirle)
El Cristo no le dejó continuar, interrumpiéndole enérgicamente:
-“¡¡¡ Calla y  atiéndeme…!!!  Serena tu espíritu ... ¿A ti no te parece que tienes una alta dosis de orgullo?... Pues mira, por eso te voy a poner una prueba muy dura… Reconozco que será un gran sacrificio para ti, pero sabedor de la obediencia que me tienes y del amor que me profesas me gustaría dieras a don Manolón una lección de humildad…”.
-“Dime, Señor, soy todo oídos y sabes que tus deseos siempre los cumplo con fe ciega, obediencia y sumisión”.
- “Bueno… bueno…” ( le dijo el Cristo complacido ante las palabras de don Sebastián.) “ Lo que te voy a pedir… y no me rechistes “, ( le advirtió el Cristo antes de continuar ) “es que hagas una visita a Don Manolón y le anuncies que estás dispuesto a bendecir a San José EL ATEO y acompañarlo en procesión..”.
-“Pero señor”-protestó el cura- “no me pidas eso…” Sabes perfectamente que esa imagen no ha recibido ni una gota de agua bendita. Que la trajo Don Manolón de no se sabe dónde, y que para burla y mofa de esta pequeña iglesia fue colocada por sus correligionarios en una pequeña hornacina que hay en las paredes exteriores del templo… Señor.. te lo ruego, no me pongas esa prueba, mira que cuando las gentes pasan por esta imagen le miran de reojo, se mofan y le sonríen socarronamente…”
-“ Nada nada…Te lo mando y aunque reconozco que tienes parte de razón…, te ordeno temples tu espíritu…, hables con Don Manolón de los preparativos religiosos y todo lo que conlleva la bendición de San José el ATEO, así como el recorrido procesional. Verás la paz interior que vas a sentir… ¡¡¡Es más…!!! cuando eso ocurra desaparecerá el sobrenombre de la imagen.Ten por seguro que serán muchos los feligreses que ese día acudirán a la Santa Misa que tú celebrarás… Será un día grande para la pequeña parroquia que regentas, incluyendo en los actos- insistió- la bendición de esa imagen que tanta habladuría despierta entre los seguidores de Don Manolón convocará a muchos feligreses”.
- “Convéncete -continuó el Cristo- “de que este San José, aunque no haya recibido bendición alguna forma parte de esta comunidad religiosa, de tu parroquia. No me negaras que ha sido testigo de importantes acontecimientos.  En silencio ha visto pasar a las gentes atravesando la plaza con sus penas y alegrías. Además, desde lo alto de su hornacina conoce el esfuerzo y el sudor del agricultor, que azadón en mano surca la tierra para cultivar los productos del campo”.
El pobre cura dándose cuenta de que el Cristo no iba a cambiar de opinión, asumió con resignación lo encomendado a sabiendas del gran esfuerzo que le iba a suponer. Así qué, sin más, se arrodilló y con resignación y le dijo: “ Vale, Señor, si esa es tu decisión así será”.
Luego, abandonó el templo un tanto contrariado. No acababa de entender los deseos del Cristo, pero después de reflexionar sobre el tema llegó a la conclusión que lo mejor sería cumplir sin más explicaciones... Además - pensó- “aún queda cerca de un año por delante para celebrar el día del santo y su romería. Por medio están las elecciones municipales y, por lo que se escucha, Don Manolón no lo va a tener tan fácil”.

EL OCASO DE DON MANOLÓN

Pasan varios meses y el cura empezó de percibir que después de la última conversación con el Cristo, la popularidad de Don Manolón decaía vertiginosamente. Sus amigos más allegados y muchos vecinos manifestaban públicamente su contrariedad y desacuerdo con el alcalde, cosa que nunca había sucedido. Tanto, que muchos vertían las críticas en lugares públicos. Y aunque Don Manolón era informado por sus correligionarios de todo ello, se esforzaba en aparentar que no le afectaba. No obstante, su personalidad se debilitaba y su carácter hosco, brioso y bravucón iba a menos. De tal manera, que toda aquella vitalidad pasó a una depresión profunda, alejándolo de su círculo de amistades. Ni los aplausos de sus concejales, alguno de ellos pelotillas de profesión, fueron suficiente para evitarle aquel aislamiento…
El barrio de San José, al igual que otro de nuestra geografía insular tiene una pequeña iglesia, una plaza y media docena de cafeterías. Algún restaurante y tiendas de comestibles, una entidad bancaria y tiendas de calzado, todas ellas ubicadas a ambos lados de una carretera que con sinuosidades de serpiente se adentra hasta los pueblos limítrofes. Si en algo se diferencia este barrio de otro es que, curiosamente, dispone de Ayuntamiento. Díganme ustedes que barrio de todo el territorio nacional   dispone de Casas Consistoriales.  Pues bien, esta decisión salió del cacumen de nuestro personaje que, un día y ante la sorpresa de todos trasladó el Ayuntamiento, del centro histórico hasta el citado barrio, lo que produjo gran revuelo y una tensión social jamás vivida por la zona. Tanto, que hoy San Juan de la Rambla quedó dividido en “Villabajo y Villarriba”, un asunto que por su complejidad abordaremos más adelante.
Pero volviendo a lo que nos ocupa, al cura le llegan noticias que Don Manolón, agobiado por la situación de desasosiego e inestabilidad emocional que sufre está a punto de visitarle.
Consciente de estar pasando por bajos momentos, está convencido que una charla o un cambio de impresiones con el curita le vendría bien, máxime si la conversación gira en torno a las obras de restauración y mejora de la iglesia y la plaza. Sería buen momento para tratar la pérdida de popularidad que vive entre los vecinos. Seguro que el cura podría darle un buen consejo y hasta asesorarle sobre la situación por la que atraviesa.  
Así que, Don Manolón, ante tanta inquietud y después de habérselo  pensado mucho decide visitar a don Sebastián para pedirle consejo sobre sus desdichas, explicándole, además, los motivos y causas de la inquietud interior que siente en su espíritu. Se trata de una visita muy meditada, a sabiendas que se presentaba en momentos pocos favorables, lo que suponía acudir en inferioridad de condiciones.

“Claro” -meditaba- “cerca de veinte años como alcalde me doy cuenta de que mi persona está perdiendo interés, y mis amigos comienzan a sentir cierto rechazo por la política totalitaria que vengo ejerciendo”. “Y lo peor del caso”- reconocía en su interior- “es que esa misma sensación empiezo a percibir entre mi propia familia”.
Sumido en sus tribulaciones se debatía en el asunto que más le preocupaba: “… las elecciones municipales que estaban a la vuelta de la esquina… algo me dice que voy a perderlas y entonces… ¿qué será de mí…?”. Y todavía sus pensamientos le llevaron más allá…, casi a lo trágico… “ Si pierdo la alcaldía y paso a simple concejal… seré una mierda espichada en un palo… un ser insignificante”.
Con esos pensamientos llegó hasta la puerta de la sacristía, dando dos golpes. Del interior se escuchó la voz del cura: “Pase Don Manolón...” (una vez dentro le invitó a sentarse) A ver, ¿cuénteme el motivo de su visita…?
 El hombre estaba nervioso, no sabía por dónde empezar. Por su cabeza pasaban tantas cosas que llegó a sentir cierto aturdimiento, pero poco a poco comenzó a recuperar la calma y a poner sus ideas en orden. No quería que el cura notara como se encontraba realmente, por lo que de inmediato añadió:
“Mire, don Sebastián…, usted conoce muy bien mi forma de ser…, mi soberbia y brusquedad tratando a mis amigos y vecinos… Lo digo porque usted mismo ha sido víctima de mis malas artes, malos humores y desprecios…”
-Si hijo, conozco su forma de ser y de su mala educación, “por cierto, incorregible”, añadió.
“Verdad” -asintió Don Manolón con resignación- “no quiero ni acordarme la que monté al señor obispo, don Felipe Fernández, cuando vino a inaugurar las instalaciones anexas a esta pequeña iglesia… Y los desplantes que sufre usted cuando acude al Ayuntamiento en busca de ayuda para la iglesia o de cualquier consulta… Ahora me arrepiento de todo esto…”
Don Sebastián le escuchaba con atención, para luego recordarle:
- “El mayor follón que usted tiene montado fue trasladar el ayuntamiento a este barrio, dejando el casco histórico vacío de su primera institución, pero siga usted con los motivos que le trajeron hasta aquí”.
-“Mire, cura, nadie como usted sabe el esfuerzo y sacrificio que me supone venir para contarle mis pesares, mis problemas, mis apuros. Me encuentro en un mar de confusiones. Sé que no tengo ningún derecho, no soy digno de que me escuche porque reconozco haber actuado mal, pero no solamente con usted, también con otras personas me he portado como un verdadero canalla. Confieso que lo de trasladar el Ayuntamiento hasta San José fue algo irracional. En definitiva, cura, soy un  sinvergüenza…”
“Pero no quiero cansarle con mis problemas,  nadie como usted sabe de mis defectos, así que sin más rodeos, decirle que mi visita se debe a que se aproximan las elecciones municipales y algo me dice que el resultado no será muy favorable… Percibo que amigos y vecinos empiezan a sentir rechazo hacia mi persona, incluida mi propia familia. Las cosas se me han ido de las manos”,- continuó – apesadumbrado - “hasta el punto de que mi sobrino y concejal Marquito, mi pelotilla preferido, se ha confabulado  presentándose con otro partido político. Todo para hundirme políticamente ”.
Don Manolón se mostraba realmente preocupado, nervioso. Por eso, llegó un momento que, después de una larga y meditada pausa dijo:
“Cura, creo que las próximas elecciones las tengo perdidas me van a echar del Ayuntamiento”.
 El cura, que hasta ese momento le había escuchado atentamente, con la cabeza baja le dijo:
- “Mire, si usted dejar de ser alcalde vendrán otros que gestionarán los temas municipales. No como usted, desde luego, pero tenga por seguro que las puertas del ayuntamiento seguirán abiertas y no se acabará el mundo”.
-“Lo sé, lo sé” – respondió – “pero para mí sería terrible que un tal Tomás, que también se presenta como concejal lo eligieran alcalde, ¿me comprende?”
 “ ¿ Y qué tiene de malo qué don Tomás salga de alcalde?... Me imagino que al Tomás que usted se refiere es el policía local que estuvo acosándolo en el trabajo, tanto que se vió obligado a dejarlo por las fuertes discrepancias que mantenía con él “.
“Cura, no quiero ni imaginarme la situación”.
-“El Pleno donde los nuevos concejales toman posesión de sus cargos… ¡¡¡Todos de acuerdo para mandarme a la puta oposición !!!, me lo sospecho”.  
Al llegar a este punto don Manolón guardo silencio unos instantes para luego preguntarle:
-“Oiga, cura ¿ si se diera esa situación usted cree que un servidor debe acudir al pleno y tomar posesión del cargo de simple concejal de mierda?
-Don Sebastián, le miró detenidamente y le dijo:
“Don Manolón,  hace tiempo que estoy convencido de que es usted un soberbio e inculto de tomo y lomo.  No tiene usted remedio, ni con los rezos, plegarias y oraciones que le hago al Cristo pidiéndole corrija sus defectos dan resultado alguno”. ..
Tras un breve silencio y un tanto desilusionado le aconsejó que acudiera al Pleno y tomara posesión del cargo de alcalde o de edil, respetando así la decisión del pueblo.
Cuando Don Manolón escuchó la palabra “edil”, interrumpió al cura para preguntarle:
-¿qué demonios significaba “edil…” …?
El cura con un gesto de resignación y una sonrisita burlona, contestó:
-“Mire, la palabra edil es un sinónimo de concejal, tiene el mismo significado, pero no me pregunte ahora que es un sinónimo porque entonces no acabamos... Pero no se preocupe que usted no es ninguna de las dos cosas, usted lleva el sinónimo de “tollo”.
-Luego, sin subir el tono de voz le dijo: “Mire, Don Manolón, usted” -recalcó- “no es más que nadie y le aconsejo acuda al Pleno, hágalo con humildad porque  debe aceptar el puesto donde lo coloque el pueblo. Le digo esto porque su ausencia puede provocar comentarios entre la vecindad  y el rechazo unánime de las gentes, incluidos los pocos amigos que le quedan. Además de ser el blanco y el hazmerreír de todos por muchos años “.
El cura quiso dar por finalizado el encuentro al darse cuenta que los consejos dados era inútiles.
Y llegaron las elecciones municipales y los augurios de Don Manolón se hicieron realidad pues, Tomás, su enemigo número uno, iba tomar posesión como alcalde en una sesión plenaria llena de gentes venidas de todos los pueblos limítrofes.
La expectación era grande al conocerse la noticia. El salón de plenos estaba a tope de público, la gran mayoría acudía con la intención de ver la cara de Don Manolón, pálida, congestionada y con un rictus de odio y amargura. Sus enemigos, que eran muchos, querían disfrutar de su derrota, pero... consciente y sabedor de ello no se presentó, dejando a toda aquella gente con tres palmos de narices. Así que iniciado el Pleno, y observando los allí asistentes su ausencia, empezaron a abandonar el ayuntamiento, no sin antes verter numerosas críticas contra quien, hasta hace poco había sido su alcalde.
Pero el ex policía duró poco al frente de la alcaldía, y miren ustedes por donde, pasó a ocuparla doña Fidela Velázquez. Y lo curioso no es tan curioso sino fuera porque Velázquez es sobrina directa de la mujer de Don Manolón,  la misma que al poco tiempo de llegar a la alcaldía ordenó retirar el dichoso cartel que su tío político había sustituido. La nueva mandataria no convocó pleno, limitándose a colocar un nuevo cartel donde se podía leer: “LOMO LA GUANCHA”. Eso sí, ahora el dichoso cartel ocupa doble espacio que el anterior y muchos más visible.

miércoles, 22 de mayo de 2019

El ocaso del Puerto de la Cruz


                            
                                                                                      Por Benjamín AFONSO

El Partido Popular en el Puerto de la Cruz, formación que preside el alcalde Lope Afonso, en coalición con Coalición Canaria (valga la redundancia) está demostrando una desidia preocupante en asuntos tan básicos como limpieza, vigilancia policial, conservación de jardines, recogidas de material de reciclaje, entre otros. De ello tampoco se libra el PSOE, Asamblea Ciudadana portuense e Izquierda Unida, todos en una oposición casi inexistente porque parecen haber renunciado al importante papel de fiscalización que han de mantener sobre el gobierno municipal. ¡Y mira que tienen temas para criticar la gestió!

Por ejemplo, es público y  notorio que la red viaria portuense está de pena. Socavones, señales de tráfico casi desaparecidas por el mal estado del pavimento, suciedad en las calles con papeles en la vías y perros de raza peligrosa y no tan peligrosos sueltos, sin que un policía exija a sus propietarios papeles de vacunación... Por no pedir, ni siquiera se interesan en exigir a sus propietarios retiren la mierda que van depositando por donde pasan.

Se trata de una situación de abandono deplorable, máxime cuando se trata de una ciudad turística como el Puerto de la Cruz. Los que conocimos la ciudad años atrás, observamos con preocupación el deterioro galopante que sufre nuestros paseos más emblemáticos.      
El caso más sangrante lo vemos en la Avenida Colón, el gran paseo que ejecutó en los años 60 el entonces alcalde, Isidro Luz  Cárpenter. Fue una obra de vital importancia para el desarrollo turístico  portuense y a pesar de los años transcurridos es, junto al Lago Martiánez, una obra emblemática que hay que cuidar con más esmero que en la actualidad.

Lo digo porque si Isidoro Luz proyectó esta Avenida para el ocio, disfrute   y esparcimiento de nuestros visitantes,  ese objetivo parece que se está perdiendo a pasos agigantados. Recorrer en la actualidad este  paseo entraña serios riesgos para los viandantes, especialmente para las personas mayores. En este caso tampoco se vislumbra la presencia de ningún policía que ponga un poco de orden en la zona. Lo digo porque produce agobio e inseguridad ver como el lugar viene siendo ocupado por ciclistas que circulan a toda velocidad, intentando esquivar a las personas que encuentran a su paso para no atropellarlas. Y a esto se suman los aficionados a las tablas,  recorriendo la avenida a velocidades considerables.    
   
Y ante este panorama los paseantes protestan, se incomoda, se encuentran indefensos porque la presencia de la autoridad brilla por su ausencia. Coincide esto con la denuncia que mi amigo, Juan Manuel García Ramos, hizo el otro día en Facebook porque estuvo a punto de ser atropellado por un ciclista cuando transitaba por un monte lagunero, creo que La Mesa Mota. Se quejaba Ramos de la situación de indefensión legal que se encuentran las personas en caso ser atropellado por un ciclista pues, ni tienen seguros y, si se dan a la fuga, no pueden ser identificados.

Se lamentaba Ramos, con razón, que los ayuntamientos deberían de tomarse en serio este problema, exigiendo responsabilidades legales a los ciclistas a la hora de circular, así como prohibirles transitar por determinadas zonas. Y ante sus reivindicaciones, que comparto en su totalidad, siempre surge el viejito de turno presumiendo de izquierdoso y antifranquista, manifestando en el mismo Facebook que “los vehículos producen más accidentes mortales y nadie los prohíbe”. Claro, son opiniones de los progres que inundan nuestros pueblos, de esos que empezaron a darse a conocer después de la muerte del dictador. Cuando vivía estaban cagados y sólo unos pocos nos atrevíamos a alzar la voz…     

Y si hablamos de los perros sucede otro tanto. Por las calles del Puerto sus propietarios pasean sus mascotas, permitiéndoles que hagan sus necesidades en plena vía pública, por lo que no es de extrañar que los paupérrimos jardines y zonas verdes estén llenos de mierda canina. Y todo esto ocurre -insisto- en el Puerto de la Cruz que vive única y exclusivamente del turismo y qué, inexplicablemente da una imagen más que lamentable a los visitantes. Y los  ciudadanos que sufren las consecuencias de este abandono se preguntan cómo, en otros municipios se aplican sanciones a los infractores de las normas municipales, mientras que aquí no se aplican y si existen se las pasan por el arco del triunfo. Además, se observa como algunos propietarios pasean sus mascotas, consideradas de raza peligrosa, sin bozal ni cadena… 

Lo dicho. Mira que los grupos políticos en la oposición tienen materia para criticar a los actuales gestores, pero parece que en la institución local se ha instalado el poco interés para lograr que el Puerto de la Cruz salga de una situación realmente caótica. Tanto, que da la sensación de estar viviendo de los réditos de antaño.
Por todo, existe entre la ciudadanía la impresión de que los políticos portuenses no conocen la realidad de la ciudad, ignoran sus verdaderos problemas. No son políticos- dicen- más bien son funcionarios que salen de su casa y se meten en su despacho. Si salen, lo hacen para asistir a una fiesta, o algún acto protocolario signado en el almanaque.

Lo más lamentable es que ahora, cuando las elecciones municipales están a la vuelta de la esquina, alguien aconsejó al partido Popular que preside el alcalde, Lope Afonso, crear o incorporarse a plataforma tupuertodelacruz.com a través de Línea Verde para que los ciudadanos opinen sobre las carencias y necesidades portuense.
Basta echar un vistazo a las imágenes y opiniones que vierten los vecinos en la dichosa plataforma para darse cuenta del enorme cabreo, malestar y descontento que tienen. Si esta iniciativa se creó para conocer, en parte, el resultado de las próximas elecciones municipales, a los populares se les vislumbra un futuro nada halagüeño para el próximo 26 mayo.

 Claro, no hace falta ser muy avispado para darse cuenta que el bagaje con el que concurre el Partido Popular es poco interesante. Más bien nada interesante. En ese sentido, son numerosos los comentarios que califican la susodicha plataforma de “un insulto a la inteligencia”.

Considero que enumerar aquí los distintos sectores o zonas de la ciudad para denunciar las deficiencias resulta algo monótono y una pérdida de tiempo. Lo digo porque el deterioro es generalizado en todo el término municipal. Y de ello no se escapan jardines y alcorques, con plantas secas y llenas de hierbas. La misma imagen se repite en cada rincón. Si queremos medir el esfuerzo e interés que pone la clase política en general por embellecer nuestras plazas, paseos y zona de ocio, es suficiente con observar los jardines que hoy forman el solar que antaño ocupaba el Café Columbus. Nadie se esperaba una chapucería de tal categoría en un sector turístico tan importante. Una tonelada de piedras sacadas de la playa  Martiánez y una docena de plantas autóctonas distribuidas sobre el solar. La ventaja es que se trata de una vegetación de poco riego.  Con todo, lo más que destaca en este jardín, por llamarlo de alguna forma, son las palomas y los perros que cagan y mean a sus anchas. En definitiva, un espacio desaprovechado siendo lo más antiestético que se puede concebir…

Pero este estado de cosas no es novedoso. Al contrario, esto viene de años atrás. Después de las primeras elecciones municipales en democracia (entregaron las cuentas con 3.500 millones de las antiguas pesetas de superávit) la ciudad ha ido en decadencia, perdiendo interés para el turismo. Tras el primer gobierno democrático (Paco Afonso con el Psoe) ya comenzaron los déficits sin mostrar grandes inversiones ni acciones a favor del turismo ni de sus habitantes. Y todos los alcaldes, tanto del Psoe como de CC, y ahora el PP, han seguido con la misma tónica: endeudamiento y apatía.

Obras como Playa Jardín y Playa Martiánez…un desastre. Dos obras que no consiguieron el objetivo marcado: impulsar el turismo. Y no digamos la famosa depuradora de Aguas Residuales en Punta Brava…El Puerto de la Cruz sigue viviendo del Complejo del Lago Martiánez la gran obra de César Manrique, que necesita de una urgente modernización, siendo hoy su único santo y seña.  

En definitiva, sería interesante que nuestros políticos se dedicaran realmente por los problemas que sufre la ciudad. Una dedicación que se debe demostrar desde el primer día de la toma de posesión de sus respectivos cargos y no tres semanas antes de las elecciones. Si a la susodicha Plataforma se han incorporado otros 40 municipios y se encuentran en el estado que esta el Puerto, me da la sensación que en 40 municipios le están tomando el pelo a los ciudadanos.




martes, 23 de abril de 2019

Dos personajes de Guareschi en San Juan de La Rambla




     Dos personajes de Guareschi en San Juan de La Rambla


                                               Por Benjamín AFONSO

  Don Manolón recuerda a uno de los personajes creados por el escritor italiano Giovannino Guareschi en su obra: Don Camilo y don Pepón. El primero de ellos, don Camilo, párroco de un pequeño pueblo rural de gente sencilla pero muy apegada a sus tradiciones; el segundo, el alcalde (Don Pepón) en un pueblecito italiano son interminables.

Pues bien, sin tener que trasladarnos a Italia para conocer situaciones tan simpáticas y rocambolescas como las que nos relata Guareschi en su novela, nos acercamos a San Juan de la Rambla, que también es un pueblecito pero del  norte de Tenerife, donde casualmente había un cura y un alcalde que protagonizaron situaciones que, por ser tan divertidas y disparatadas, se hicieron tan populares que llegaron a traspasar los límites de lo local. Tanto que aún se recuerdan entre los más viejos del lugar. Son anécdotas que han ido pasando de generación en generación hasta llegar a nuestros días. La diferencia entre los personajes de Guareschi y los que aquí traigo es que los míos son casi reales. 
Bueno, a decir verdad don Pepón y Don Manolón coinciden en tres cosas: Eran alcaldes, de profesión herrero y ambos dos más brutos que un arado americano.

Tampoco,  el cura que regentaba la iglesia de San José, don Sebastián, es italiano;  pero si vivió muchas historias y situaciones desagradables y al mismo tiempo simpáticas por culpa del alcalde Don Manolón, lo que en más de una ocasión, al igual que al cura de Guareschi, le llevó a postrarse ante el crucifijo para pedirle llevara paz y calma interior al espíritu de Don Manolón. El pobre cura consideraba que,  si el Cristo accedía a sus deseos,  el alcalde no cometía tantos disparates con sus bravatas y desafíos contra todo aquel  que no compartía sus ideas. Estaba convencido que aquel hombre, si bien era bruto y violento,  sólo precisaba de un poco de paz interior. Y en más de una ocasión estuvo a punto de recomendarle asistiera a unas jornadas de retiro. Pero después de escuchar los consejos y advertencias que le había dado la mujer de Don Manolón, desistió de la idea porque- según ésta-  sus reacciones ante tales consejos podían ser de graves consecuencias para la integridad física del cura.

De las situaciones más desagradables que vivió el pobre don Sebastián como regente de la iglesia de San José fue cuando se inauguró las obras del Centro Social, anexa al templo. Para la ocasión se invitó al obispo de la Diócesis de Tenerife, don Felipe Fernández.

En una de las salas interiores se  preparó unas viandas variadas y riquísimas, todas ellas acompañadas por un buen vino de la zona. Se trataba de agradar, no a la representación eclesiástica sino a los parroquianos más allegados al cura,  pues sabido es que en época electoral decidían quien era alcalde del pueblo y concejales. Hasta había sido el que más apoyo había recibido y eso era cuestión de cuidarlo.

Don Manolón hizo su aparición al lugar momentos antes de iniciar el acto, pasando de inmediato a saludar a los parroquianos que se encontraba a su paso. En el interior de las instalaciones le esperaban sus concejales, quienes le saludaron entre bromas y afecto, tal y como a él le gustaba. Con todo, los ediles allí presentes no pasaron por alto que el humor y el ánimo de Don Manolón era poco conciliador, por lo que le advirtieron que se calmara porque la visita del Obispo de la Diócesis, Felipe Fernández, no era motivo de disputas y malos modos, menos cuando las gentes llenaban la plaza y sus alrededores. Pero, si Don Manolón llegaba con la escopeta cargada, era difícil era hacerlo cambiar de actitud, por lo que los consejos de nada servían. Sabedores de ello, sus compañeros y más allegados  trataron de esquivarlo, alejándose un poco de su lado. El alcalde, dándose cuenta de este detalle les advirtió: “cuidadito con el curita y el obispo, hay que mantenerlos a raya durante las intervenciones,  pues sabido es que gentes de iglesia tienen por costumbre adornarse con plumas ajenas”. Así que ojito durante las intervenciones-insistió-“que de este obispo no me fío ni un pelo”.

Y por fin llegó la hora. Todo estaba preparado. Las viandas, sobre las mesas cubiertas de manteles de papel de color blanco, resaltaba el  color rojo de los chorizos y el salchichón, las botella de vino tinto y  blanco... Fuera, en la explanada de la plaza, un pequeño templete preparado para los oradores. Y,  entre el bullicio de los asistentes que llenaban los alrededores de lugar sobresalía la música que ponía en el lugar un ambiente festivo y de las ramas de los laureles de indias  colgaban farolillos de colores que daban  ambiente….

De repente,  se escuchó un bullicio de gentes que se arremolinaban  en torno al Obispo que le pedían su bendición, a lo que el religioso accedía de buen gusto; especialmente cuando hasta él se acercaban los niños, a los que acariciaba…Don Manolón, que a cierta distancia observaba todo lo que allí estaba ocurriendo,  no supo disimular su desagrado, por lo que dirigiéndose a los concejales de su grupo político comento: “hay vecinos que piensan que por besar la mano del obispo van a recibir alguna gracia divina…La mano me la tienen que besar a mi, que todos los meses los servicios sociales del ayuntamiento les lleva comida a sus hijos…”.

Y con todo,  el pobre cura iba sirviendo de guía al obispo hasta llevarlo ante el alcalde y los miembros de la corporación municipal que allí les esperaba. Don Sebastián procedió a las presentaciones de rigor, a lo que Don Manolón y el resto respondieron correctamente. Pero el cura,  conociendo de los cambios bruscos del alcalde, sabía que aquello,  más temprano que tarde se iba a producir algún problema.  
En su interior deseaba tener la oportunidad de renunciar a la regencia de la iglesia de san Jose, allí mismo abandonaría tales responsabilidades.

“El curita”- como decía Don Manolón- conocía los cambios bruscos del mandatario municipal de San Juan de la Rambla, que en más de una ocasión lo había puesto en serios apuros delante de sus feligreses. Así que en esta ocasión estaba seguro de que algo desagradable iba a ocurrir ante la presencia de su obispo…

Y no se equivocaba porque Don Manolón, después de oír la intervención que el obispo Fernández  dirigió a los allí asistentes, reaccionó de forma violenta;  y sin encomendarse a Dios ni al diablo,  aceleró el paso para subirse al templete que momentos antes había dejado el obispo. Cogió el micrófono entre sus manos y empezó su intervención desautorizando a éste y, sin explicación alguna,  dijo a los allí presentes que el obispo mintió  porque las instalaciones que allí se inauguraban habían sido sufragadas por el ayuntamiento. Y aunque Don Manolón era sabedor de que aquello no era del todo cierto, siguió lanzando un espiche que,  en algunas ocasiones llegaba al ridículo, y no faltó quien de entre el público lo mandara a callar.



 Aquella situación inesperada y tan violenta cogió por sorpresa al obispo, por lo que acto seguido se dispuso a abandonar el lugar a toda prisa. No obstante, mientras caminaba fuera del recinto, dirigiéndose al cura, le reprochaba el porqué le había llevado hasta ese lugar y ante un personaje tan violento y mal educado… y ya cuando el obispo llego hasta el coche que lo esperaba se dirigió al cura reprochándole con cierta vehemencia: “Pero hombre de Dios.., sí usted sabía lo animal y bruto que era este hombre me pudo haber evitado este mal trago..!!!.”

Cuando Don Manolón terminó su espiche, se escucharon algunos silbidos aislados expresándole su malestar por lo ocurrido y la mayoría de los allí presentes abandonaron el lugar avergonzados por lo sucedido.  Por su parte, los concejales y más allegados a Don Manolón intentaron sin éxito recriminarle su proceder, aunque sin insistirle mucho porque sabían de su empecinamiento. Era así de bruto, sin remedio que lo corrigiera...
Y para que vean la brutalidad y fortaleza de este hombre dicen que, en cierta ocasión, mientras trabajaba en su herrería,  recibió una mala noticia de uno de sus concejales, uno que le había salido medio protestón... La reacción no se hizo esperar porque,  ante los allí presentes,  levantó uno de los mazos que tenía a mano, y blandiéndolo lo lanzó a más de 100 metros de distancia. La cosa habría pasado desapercibida si no hubiera sido que el martillito en cuestión superaba los 100 kilos…


Continuando con el hecho que nos ocupa, el cura, al igual que el personaje de ficción del citado autor italiano, no perdió la oportunidad de vengarse...Y Don Manolón, consciente de que su enfrentamiento con el obispo y el cura había recibido la crítica y desaprobación de una gran mayoría de vecinos, ideó organizar el día de San José una romería para exaltar la actividad agrícola del pueblo. Y aunque le dijeron que San José nunca se dedicó a labores del campo, hizo caso omiso. El objetivo no era otro que congraciarse con las gentes del barrio de San José, muchos de ellos dedicados al cultivo de la papa y la vid.

La iniciativa del alcalde se hizo popular y a los pocos días todos la conocían, incluido el cura que,  consciente de que esta iniciativa era imprescindible su colaboración,  se frotaba las manos esperando la visita del personaje. 

Don Manolón,  sabedor y conocedor de las dificultades que esto entrañaba, se hizo acompañar por varios concejales, pues semanas antes y para llegar a celebrar el encuentro y darle cierto carácter oficial  había ordenado al secretario del Ayuntamiento dirigiera una carta al cura informándole del acuerdo plenario por el que se aprobaba la celebración de una romería en honor a San José.

La comitiva fue recibida en la sacristía del humilde templo. Tan humilde que allí sólo había una pequeña mesa y una silla: "Podrán observar que sólo hay una silla y la ocupo yo…” “Ahora, dígame, a que se debe su grata visita” ( Esta última frase la pronunció de forma irónica) lo que hizo que en el rostro de Don Manolón se dibujara un rictus del mal humor, incluso por un momento estuvo a punto de abandonar la sacristía. Pero conocedor de que necesitaba de su apoyo y aprobación, siguió tratando el asunto con don Sebastián,  quien interiormente sentía una gran satisfacción, hasta el punto de invitar a la comitiva a unos roquetes caducados, que habían por allí…Don Manolón no le quedó otra que aguantar el chaparrón estoicamente.

 Luego… ya más calmado y aguantando la situación se dirigió al cura para darle a conocer el proyecto de organizar la romería y unos actos en honor a san Jose, “lógicamente esperando su apoyo y colaboración en los actos religiosos. Además de sacar en procesión a nuestro san José, por el que como usted sabe somos muy devotos”.

El cura dejó que el alcalde hablara y hablara hasta que llegado el momento respondió:  Señor alcalde, usted mejor que nadie sabe que en esta pequeña iglesia estamos escasos de imágenes, y precisamente la de San José es la más valiosa, por lo que no me queda más remedio que oponerme a su proyecto de llevar la imagen en procesión porque corre un grave peligro…Ya se sabe, folclore, alcohol, jolgorio...son los ingredientes para que nuestro San José sufra un problema. Usted más que nadie, debe comprenderlo…
Por otro lado-prosiguió- su petición tendría que trasladarla al obispado, y ya sabe que el señor obispo,  durante reciente paso por esta zona, se fue muy disgustado, tanto que juro no volver más, por lo menos mientras usted siga ostentando la alcaldía. Lo máximo con lo que yo puedo colaborar en todo este asunto es celebrar la Santa Misa ese día… Además,  señor alcalde, le hago saber que San José no fue agricultor ni herrero, fue carpintero. ( El cura dijo lo de herrero cargando las silabas y con cierta risita…) Considero que para una romería que exalte la agricultura debería buscarse un San Isidro... No obstante, no estoy cerrado a colaborar, si están interesados puedo celebrar el día de la romería una Santa Misa pero,- repito- el santo no sale de la iglesia…"

 Don Manolón dejo que el cura hablara. A su término le respondió: "Bueno, cura, usted y yo nunca vamos a coincidir en nada, así que lo más conveniente es dar por finalizado este encuentro". Acto seguido y con un evidente cabreo abandono la sacristía seguido por el resto de su comitiva.
Pero Don Manolón no se iba a quedar de brazos cruzados. Tenía que buscar una solución a este problema, sin la ayuda del cura y sin un san José la romería era imposible.

Después de darle muchas vueltas al asunto y de haber pensado durante días una salida, tuvo la feliz idea de irse a Santa Cruz o La Laguna y comprar la imagen de un San José…Todos vieron a Don Manolón aparcar un furgón por fuera del Ayuntamiento de San Juan de la Rambla, descargar de un furgón la imagen de un San José para luego, subirla el solito por la escalera principal del Ayuntamiento hasta el salón de plenos, donde estaba a punto de celebrarse sesión plenaria. Aprovechando aquel momento, la dejó sobre una de las mesas para mostrar con orgullo la imagen a los concejales asistentes y anunciarles que “no necesitaba el san José del cura”. "Con este podemos celebrar la romería", apuntó triunfalista
Alguien de los allí presente le recomendó que lo mejor sería llevársela a don Sebastián para que la bendijera. El alcalde dijo que la imagen no hace falta bendecirla, sólo servirá para la romería, si la quiere bendecir que lo haga, sino tampoco pasa nada.

Efectivamente, llegado el día de San José se celebró la romería. Curiosamente, el santo sigue sin bendecir pero todos los años congrega a cientos de personas. Paso a llamarse el SAN JOSE ATEO.

Estas y otras historias son las que se vivieron en San Juan de la Rambla. Su protagonista, Don Manolón, alcalde durante más de una década,  en un pueblo que aún sigue dividido entre los de “arriba y abajo”.




martes, 19 de febrero de 2013

Puerto de la Cruz inventó el turismo en España

        
Benjamín AFONSO 

 Sin embargo, fue declarada el 13 de octubre de 1955 como "ciudad de interés turístico"

Una orden de 13 de octubre de 1955, firmada por el entonces ministro Arias Salgado, declaró "lugar de interés turístico" al término municipal de Puerto de la Cruz. Hoy, por tanto, se cumplen 58 años de esa histórica y a la vez simbólica declaración. La instancia de solicitud había sido presentada por el ayuntamiento portuense el 6 de junio de 1955, tras acuerdo plenario de 30 de mayo de ese mismo año.

La petición fue formulada favorablemente por la Junta Provincial de Turismo, y por la Sección de Asuntos Generales de la Dirección General de Turismo.
La orden se publicó en el número 299 del Boletín Oficial del Estado, de 26 de octubre de 1955. La declaración de Puerto de la Cruz de lugar de interés turístico se baso en el decreto de 21 de febrero de 1941, reformado por el de 25 de abril de 1953. Este título conllevó la autorización para la creación de una Junta Local de Turismo.

En la consecución de ese logro participó de forma decisiva la corporación municipal que presidía el inolvidable Isidoro Luz, sin olvidar al ministro Blas Pérez, al subsecretario del Ministerio de Información y Turismo, Manuel Cerviá, y al director general de Turismo, Opelio Rodríguez Peña, entre otras personalidades e instituciones
La orden firmada por Arias Salgado se conserva en la Alcaldía portuense entre los incontables reconocimientos oficiales a la trayectoria y categoría turística de esta ciudad.
-primera ciudad turística de Canarias-cuya tradición en esta faceta es casi tan antigua como su propia historia.
En el segundo considerando de la Orden Ministerial de 1955 se dice textualmente, a modo de justificación que "por su situación geográfica, clima, belleza de sus emplazamientos, jardines y vías de comunicación se debe acceder a la declaración de Puerto de la Cruz como lugar de interés turístico.

Pero esa declaración oficial de 1955 sólo vino a reconocer un hecho claramente constatable desde un siglo antes. Como algunos autores han afirmado, puede decirse que la vocación turística de Puerto de la Cruz y del Valle de La Orotava es tan antigua como su historia.
En opinión de Diego Guigou, quien fuera cronista oficial de la ciudad, "Puerto de la Cruz inventó el turismo en España". Y hasta aseguraba el prestigioso médico que "El Puerto fue siempre turístico".

Algo de razón sí que tenía Guigou, en los siglo XVI y XVII llegaron al entonces Puerto de la Cruz de La Orotava y a otros puntos de las islas los primeros visitantes extranjeros, en especial comerciantes ingleses, franceses y portugueses.

Estas formas tempranas de turismo dieron paso a las llegadas masivas de forasteros, en las últimas del siglo XIX y primeras del XX. La belleza natural del Valle de La Orotava y su clima privilegiado convirtieron al Puerto de la Cruz en escala habitual de viajeros acaudalados, médicos y expedicionarios científicos, y enfermos en busca de temperaturas más benigna que las de Centroeuropa.
No se trataba de un auténtico movimiento turístico, capaz de generar una infraestructura hotelera digna de consideración. Pero así, sin apenas advertirlo, la ciudad fue sentando las bases de lo que a la postre se convertiría en su motor económico.

Muy pronto se descubrió que las visitas periódicas de gentes venidas de fuera podrían ser una importante fuente de ingresos. Así se produjo lo que los investigadores denominan "la asimilación social del fenómeno turístico". Fue cuando a mitad de siglo la gente de Puerto de la Cruz, y sobre todo la colonia extranjera allí asentada, empezó a darse cuenta de lo que tenían en sus manos.

En aquellos años la implantación de los puertos francos; la promoción a través de las publicaciones de viajeros, médicos y científicos; la participación de las navieras en el incipiente negocio turístico-cruceros turísticos-fruteros-, y la iniciativa británica, fueron algunos de los factores que posibilitaron el gran despegue de la industria turística en el Puerto de la Cruz.

Poco a poco se fue creando la infraestructura adecuada. En 1890 se inauguró el primer gran albergue turístico del Valle y de la Isla, el hotel Taoro, diseñado por el arquitecto francés Adolphe Coket. Años después abrieron sus puertas los hoteles Martiánez, Marquesa, Monopol y el Therma Palace, entre otros.

Con el estallido de la primera Guerra Mundial sobrevino la primera crisis turística. Muchos establecimientos tuvieron que cerrar. Pero a partir de los años 50 comenzó la época del gran desarrollo turístico, el boom que provocó una total transformación urbana y social.

Según explica en uno de sus trabajos el historiador Ulises Martín, "en los años 60, Puerto de la Cruz inició su definitivo despegue hacia las corrientes turísticas internacionales". A inicios de esa década se contabilizaban 27.000 visitantes. Cinco años más tarde la cifra se elevó a 134.000, y, en 1970, ya eran 290.000 los turistas que visitaban la ciudad. En 1993 el número de visitante seguía siendo muy superior.

Con el esplendoroso auge turístico, la ciudad empezó a cambiar vertiginosamente: se crearon las avenidas, se transformó el litoral, aumentó el número de hoteles, apartamentos y toda clase de establecimientos. Fueron años de prosperidad. Hasta que a principios de los 70 la crisis del petróleo sacudió violentamente la economía mundial, y aunque el Puerto de la Cruz atendió ese avisó y freno su impulso desarrollista, la aparición de nuevos atractivos turísticos en el sur de la Isla, en Marruecos y en otros puntos del Caribe hizo que la ciudad perdiera perdiera protagonismo competitividad en la industria turística.
  

viernes, 8 de febrero de 2013

Apuntes para una biografía de Antonio Ruiz Alvarez

Por Benjamín AFONSO

El 10 de octubre de 1943, cuando contaba 26 años, es distinguido por el Instituto de Estudios Canarios por su labor de investigación. Considero que es a partir de esta fecha cuando Antonio Ruiz se dedica con más ahínco y seriedad a la investigación. Por ello comienza a sacar a la luz pública. los nombres de hijos ilustres de su pueblo que, hasta la fecha. habían permanecido en los viejos archivos.Basta mencionar los estudios de investigación siguientes: En torno a los Miranda, Biografía de Poetas de Puerto de la Cruz, La Casa de la Real Aduana. sobre el Castillo de San Felipe. El Ingeniero Agustín de Bethencourt, don Luis de La Cruz, Ventoso, etc.

Años más tarde sus padres se trasladan a la calle del Dr.Ingram, en la casa núm.35. donde vivió su madre y su hermana Clementina. En esta casa y para ir alternando sus trabajos de investigación se dedica a dar clases particulares para poder subsistir.

Sus trabajos de investigación van saliendo a la luz pública en separatas de Revista de Historia. Es interesante mencionar, también, la que se refiere al Castillo de San Felipe. Aquí aporta una serie de datos de sumo interés y curiosidad. Además no podemos pasar por alto el valioso estudio que hizo en torno a la Escuela de los Mareantes de San Pedro Telmo. No menos interesantes son sus escritos que bajo el título de Estampas Históricas de Puerto de la Cruz. se publicaron en el desaparecido periódico LA TARDE.

Pero Antonio Ruiz no se conformaba con esto y por algunos años, y a través de las antenas de Radio Club Tenerife brindaba una panorámica de todos los aconteceres portuense de aquella época.
Año más tarde marcha a París y allí permanece quince o dieciséis años. Y es allí donde el 12 de junio de 1953 contrae matrimonio con una daña francesa, matrimonio que al cabo del tiempo terminó en ruptura.
 Su estancia en París no es obstáculo para que nuestro investigador siga con sus trabajos, y por ello se marca una nueva etapa y comienza, a través de los Centros Culturales franceses, a dar a conocer en conferencias y en proyecciones, la leyenda. la historia y la literatura de las islas. Sobre todo la de su pueblo el Puerto de la Cruz al que estuvo ligado no sólo por la prensa y radio, sino por su correspondencia con diversas personalidades francesas que le sirvieron para desentrañar el enmarañado linaje de algunas familias ilustres de nuestra isla.

Allí, desde su puesto y a través de sus amistades, supo acoger a cuantos españoles se acercaron a él y muy en particular a los canarios, mostrándoles todo cuanto era posible para que su estancia en la capital francesa fuera fructífera o por lo menos la misión que allí les llevó, menos dificultosa.

La labor que Antonio Ruiz desempeñara en Francia. no la podemos pasar por alto ni un instante, ya que fue la más fructífera. Un buen ejemplo de ello es que el 25 de abril de 1965, forma parte de la Universidad de Artes, Ciencias y Letras. No obstante y con anterioridad, ya había sido distinguido por sus trabajos de investigación por los Estudios Colombinos de La Gomera; Consejo de Europa; por la Orden del Corpus Christi fue nombrado Encomendador. Igualmente es distinguido en en año 1963 por el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid; el 6 de febrero de 1955 por la Real Sociedad Económica del País de Santa Cruz de Tenerife, y el 2 de febrero de 1954 se le nombra Socio Corresponsal. El 10 de octubre de 1943 es distinguido por el Instituto de Estudios Canarios.

Pero en este quehacer histórico-literario de Antonio Ruiz Alvarez, destaca sus valores humanos, signados siempre por un acogimiento, una caballerosidad que a todos brinda sin distinciones de posiciones o estamentos sociales. Fue para él la marinería del barrio de La Ranilla lo más genuino, típico y representativo del viejo Puerto de la Cruz, con su sencillez y su seriedad, supo acoger con todo detalle el anecdotario de este sector portuense por el que él profesaba un entrañable cariño y admiración.

El nombre de Antonio Ruiz Alvarez se viene a sumar, a los de tantos otros portuenses que se afanaron por llevar la historia, la literatura y la belleza de nuestra isla más allá de nuestras fronteras.