viernes, 30 de marzo de 2012

El Café París, punto de referencia de la ciudad

                              El Café París, punto de referencia de la ciudad

Benjamín AFONSO

Hace más de cuarenta años se oían pianos por las zonas burguesas de la ciudad. Era el piano azoriniano de la señorita que tocaba sin saber piano ni saber lo que tocaba. Hoy esas señoritas tienen que ir a la oficina, al Conservatorio...y ya no pueden perder el tiempo desafinando pianos, aunque todavía por algunas calles se escucha, en algunos atardeceres, un piano que suena en un principal espacioso y misterioso. Pero es quizás el último piano romántico, sentimental y ocioso del Puerto. Hay gentes que compran pianos y no sabemos para que, esto quiere decir que otras muchas los están vendiendo.

El Café París del Puerto de la Cruz es uno de los pocos establecimientos que siguen conservando la clase y el estilo de una etapa esplendorosa de la ciudad turística.
Antes acudían todas las tardes gentes que querían pasar unas horas agradables, gratas, saboreando un café o tomando unas copas mientras escuchaban a Perfecto interpretar al piano las composiciones más conocidas de Mozart o Beethoven, además de las melodías de Antonio Machín o Jorge Sepúlveda, sin olvidarse de los tangos de Gardel y de las canciones de la Piqué o la Sarita Montiel.

En los descansos, Perfecto, que era un intérprete magnífico, se sentaba en la barra del bar y pedía una copa y charlaba con Isabel, Felipe o Cecilia, el personal del servicio que habitualmente atendía esta parte del establecimiento.
Sin quitarle méritos al intérprete que en estos días anima las tardes a los clientes del París, la diferencia resulta evidente. Con los de nueva tecnología se permiten el lujo de no mover ni un dedo porque ya está todo programado, en ocasiones, hasta la voz.  La gran diferencia es que el piano es algo así como el mamut de la música, como las grandes especies colosistas que tienden a extinguirse en un mundo que ha desintegrado el átomo y ha atomizado la vida. Me explico, para interpretar al piano cualquier pieza tienes que estudiar,  de lo contrario haces el ridículo más espantoso, cosa que suele ocurrir con frecuencia.

En algún club nocturno del Puerto todavía hay pianos con pianistas y teclado libre para los espontáneos que pueden tocar lo que quieran, y que suelen tocar siempre "Las hojas muertas".

La verdad que escuchar a Perfecto interpretar la música de los años sesenta le daba al París bastante "clase", que le distinguía de las demás cafeterías portuenses, aunque aún así la sigue manteniendo.Aunque la verdad es que en ocasiones, sólo en ocasiones, no se sabe si canta el negro o el blanco. 
Antes, los clientes, en su mayoría, eran personas de edad avanzada, parejas que, por lo general, no cruzaban ni una palabra con su compañero de mesa durante mucho tiempo. Permanecían abstraídos, ensimismados, como si la música los trasladara a otro lugar, quizás a su juventud...

Más tarde, cuando Perfecto cumplía con su horario de trabajo, cesaba la música, y daba paso a la orquesta que hay en la sala de baile que existe en el extremo del establecimiento y desaparecían gran parte de los asiduos. Y resultaba curioso como el ambiente cambiaba. De las paz y el sosiego se pasaba al bullicio, casi al escándalo. Las mesas eran ocupadas ahora por gente más joven, más alegre, que iban a su "bola", y que les importaba menos la música y más el baile...

La última reforma

La verdad es que el Café París quedó impecable después de la última reforma que le hicieron hace años.La decoración, el mobiliario, los pasillos interiores con sus respectivos nombres simulando las calles más famosas de París (Rue Rivoli y Boulevard Saint Germain...) junto al resto del mobiliario conforman un conjunto armonioso y sugestivo.
El personal siempre está impecable, son profesionales luciendo una vestimenta acorde con la decoración: chaleco, camisa blanca y pantalón oscuro. Sirven ávidos las consumiciones de los clientes y, en medio, Franco y Pepe, los dos maitres que durante años supervisaban entonces, dirigiendo todos los movimientos del personal de servicio como si de un espectáculo se tratara.
El Café París tiene una historia en el Puerto de la Cruz. Marcó estilo, diferencia. En un principio, hace más de 40 años, pertenecía al Hotel Valle Mar. Era el lugar de encuentro de los jóvenes de la época.
Entonces cantaba Falo, fallecido hace años, al igual que el extraordinario intérprete de piano, Perfecto, que amenizaba las tardes ... Más allá, al final de la Avenida Colón, estaba  la Terraza Columbus y en otro extremo del mismo establecimiento la Sala Fiestas Cintra Pirata, luego la Santa María. Otro establecimiento desaparecido por la mala gestión de mi amigo Félix Real, entonces alcalde de la Ciudad. Allí Los Rayos Verdes, conjunto musical formado por tres jóvenes de La Orotava: Jesús, Toño y Rubén. Eran otros tiempos, otras canciones... Interpretaban canciones de Los Beatles, Los Brincos, del Dúo Dinámico y otros musicales de moda.

En Edificio Avenida, antes General Franco y ahora Familia Agustín de Bethencour no encontrábamos con el Tusset. El conjunto Los Vampiros Rojos, todo ellos hermanos procedentes de Los Realejos. Eran, como no podía ser de otra forma, jóvenes que se ganaban la vida con la música  y que además no lo hacían nada mal.

Muy cerca del Edificio  Iberia estaba la discoteca Cita 3000, otra en el hotel Concordia y lo mismo que en el hotel el Atlantis, hoy Beatriz.
Otra de gran afluencia por aquellos años era el Golden Blue, situada en la Punta del Viento. Años más tarde, esa misma discoteca se trasladó a los bajos del hotel Oro Negro. La regentaba un joven francés, Jhon Pool, que una mañana apareció apuñalado en los jardines del Parque Taoro, crimen que nunca fue descubierto y del que nunca se supo más. Recuerdo que un día mi amigo y compañero en las tareas informativas por aquel entonces, Ricardo Peytavi,  publicaba meses antes en el periódico EL DIA una entrevista con Pool. En una de las fotografías del reportaje aparecía este mostrándole en una de sus manos media docenas de balas de un arma corta, así como una misiva de amenaza de muerte, cosa que con el tiempo se cumplió.

El Oasis Foronda y Manolo  

En el Bar Oasis estaban Foronda y Manolo. El primero, un experimentado musicólogo que era capaz de tocar cualquier instrumento: El piano, el órgano, el acordeón, las maracas... Foronda podía acompañar al espontáneo más desorejado y a Manolo se le daba muy bien la trompeta. Una de las canciones más solicitadas por los clientes era "la Canción del Silencio", un éxito de los años 60. Los clientes permanecían absortos, abstraídos, escuchando aquella balada. Con la desaparición del Oasis y la muerte de Foronda creo que el Puerto perdió un trozo de su corazón.

Y la verdad es que el Puerto ha perdido muchas cosas, incluidas sus tabernas en el muelle pesquero en las que se cenaba entre carteles de toros, chicas de conjunto, pintores y delicados muchachos equívocos. Ahora a estos mismos locales les han dado una mano de pintura que les ha quitado la gracia. El Puerto, repito, ha perdido sus tabernas nocturnas, aunque conserva algunas que siguen abriendo sus puertas cada día para cerrarlas muy tarde.

En el Poncho estaba Rafa y Manolo amenizando las noches a los cientos de turistas que se retiraban a altas horas de la noche, casi al amanecer.Mientras que en el hotel Valle Mar se encontraba la sala fiesta Victoria, también muy concurrida, especialmente los fines de semana.
Y en el otro extremo de la ciudad estaba El Carrusel, en el edificio Torres de San Felipe y en El Valle Luz.el  Alí-Baba, que abría sus puertas en el antiguo Supermercado Plaza.     

Viejos ligones y extranjeras a la búsqueda de españolismo consumían el turno y el vino del Restaurante El Pescador, frente al Palacio de Justicia. Su antiguo propietario, Carlos Carrillo, más conocido por El Patrón, tuvo buen cuidado en conservar su estilo primitivo. Ahora, en la actualidad, que ha cambiado de propietario, desconozco si mantiene su original decoración y su ambiente. Hace años, mientras los turistas ocupaban los comedores, en la trastienda se daban cita un grupo de gentes de la mar, camareros, oficinistas, políticos, deportistas y hasta gente de la prensa. Allí se comentaba la última noticia entre cuadros de fotografías antiguas del Puerto, de políticos y de los clientes asiduos más importantes.
En otra zona del establecimiento, en la bodeguilla, Chano se desgañitaba, guitarra en mano, cantando los boleros de Los Panchos, así como otras canciones sudamericanas. En la trastienda estaba Marina, ya fallecido, un viejo jugador del U.D. Puerto Cruz, saboreando su habitual vaso de vino tinto del país mientras veía los partidos de fútbol a través de la televisión, a excepción de los viernes, día que los amigos le exigían pusiera la película porno de la semana. La verdad es que el hombre se resistía, pero al final no le quedada más remedio que acceder, todo por la presión recibida.

Otro de los lugares más señeros era el Bar Dinámico, de la Plaza del Charco, aunque ha perdido su sabor  típico, con la última remodelación que le hicieron hace años, auspiciada también por el exalcalde Félix Real. No sólo modificó el edificio sino los dos kioskos y el mobiliario, dejando una plaza que, más que parecer canaria, simula un ambiente de Extremo Oriente, con sus techos en forma de pagoda china. Antes se podía escuchar la Banda de Música sobre el templete del desaparecido Dinámico. Ahora, la banda, que también desapareció durante el mandato de Real y que gracias a mi amiga Milagros Luis, entonces exconcejal de Cultural del Ayuntamiento portuense, más tarde consejera de Educación del Gobierno de Canarias, y ahora Consejera de Deportes o algo parecido, la dichosa Banda la pudo reorganizar para dar los conciertos en uno de los extremos de la plaza, en un lugar frío y poco acorde, donde no les escucha nadie por culpa de Real. 

jueves, 29 de marzo de 2012

Godot y la esperanza

                                                    
                                                      Godot y la esperanza

José H. "Chela"

Se representa estos días por Canarias, a cargo del Teatre Lliure, Esperando a Godot, de Samuel Beckett, y, en principio, recomiendo a todos los que no conozcan esta pieza que acudan a verla, aunque no les pueda hablar aún la versión que dirige Lluis Pascual.

       No crean que me voy a poner en plan cultureta, que procuro no sea mi estilo, pero es que me ha llamado la atención la afirmación de uno de los intérpretes de la obra- lamento no recordar su nombre, pero aquí lo importante es el texto- en el sentido de que Esperando a Godot transmite un mensaje de esperanza al espectador. Uno, que montó en varias ocasiones este monumento al teatro del absurdo y que, por lo tanto, lo conoce bien, se ratifica en su convicción, a la vista de la rara conclusión a la que llega este currante de las tablas, de que los actores, en demasiadas ocasiones, ni se enteran de qué va la cosa. Y es que están en babia respecto a lo que fingen vivir. Si Esperando a Godot sigue siendo, aún hoy- y lo será por muchos años- una obra representable y que continúa interesando a cualquier espectador con un mínimo de sensibilidad, es, precisamente, por todo lo contrario: porque sume en la desesperanza más absoluta. Porque cierra todos los caminos a la fe. Porque demuestra, a través del humor y del sinsentido, que esperar es vano, que esperar es eterno, que esperar es inútil.
        El hecho de que el actor no haya sido capaz de interpretar el texto que interpreta- aunque eso pueda parecer una paradoja- no implica que su actuación no pueda ser brillante. El actor, en ocasiones como ésta, no es más que un vehículo del autor y una herramienta del director. A un actor le dices que ponga cara de memo y la pone. Si no es memo le costará un poco más de trabajo. Pero, lo normal es que lo sea y que lo haga con perfecta naturalidad.
       En el primero de mis montajes de Esperando a Godot, uno de los intérpretes fue, precisamente, Benjamín Afonso, actualmente redactor de este periódico y corresponsal nuestro en el Norte. Lo digo y lo recuerdo, porque, seguramente, el lector no sabe que Benjamín es un gran y un magnífico histrión, que ganó, en aquella oportunidad el premio de interpretación en el Festival de Teatro de la Universidad de La Laguna.

       O sea, que no es nadie el querido amigo y periodista sobre un escenario...


Nota: Artículo de "Chela" en el desaparecido periódico LA GACETA DE CANARIAS en 2001.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Retazos del pasado

 Benjamin AFONSO                                   
                                  
                                               Retazos del pasado

La verdad es que a las noches de La Orotava les han ido recortando sus negras alas de murciélago y cada vez se trasnocha menos. La gente tiene que acostarse temprano para madrugar. Sin embargo, antes, en los años sesenta, existía un itinerario que era el que recorría los últimos noctábulos de la época. La ruta que empezaba en el Bar Fariña, el Bar Parada, para luego continuar  por Casa Mereja, el bar Cuesta Arriba y terminarlo en alguna trastienda, venta o güachinche donde se servía a toque de palmas un buen vino y se saboreaba el "pescaíto" traído del Puerto de la Cruz.


El último itinerario nocturno de La Orotava


Jesús Raya y Andrés Bello eran asiduos del Bar Fariña y de la Academía. Los dos incansables conversadores y noctámbulos habituales de las calles Escultor Estévez, Calvario y la Avenida José Antonio, siempre hacían el mismo recorrido, enfrascados en una conversación casi interminable. Al final, y antes del que el Bar Parada cerrara sus puertas, acudían a tomarse un café o la penúltima copa. Jesús Raya era un persona culta con la que se podía abordar cualquier tema. A través de él llegué a conocer mejor algunos aspectos de la vida del investigar portuense Sebastián Padrón Acosta, primo de mi padre; y gracias a él conocí personalmente a otro portuense, también investigador, Antonio Ruiz Alvarez, que, años más tarde fallecía en Alemania donde realizaba un trabajo  de investigación.
Y por estos mismos contornos andaba Mariano Brier y Juan del Castillo que, empeñados en apurar las frías noches orotavenses, paseaban por las calles escultor Estévez y la plaza de la Constitución, ambos enfundados en largos abrigos para protegerse del relente de la madrugada. Sus figuras aparecían y desaparecían bajo el tenue resplandor de las farolas.
La afición de Brier por hacer vida nocturna era conocida, pues raras veces salía durante el día, a no ser por algún compromiso social inexcusable. Por lo tanto, las horas diurnas las dedicada a dormir, cosa que le llevo a tener serios enfrentamientos con los que osaban alterar su sueño. Se cuenta que, en más de una ocasión, elevó sus más enérgicas quejas a las autoridades locales porque se estaban ejecutando obras en los aledaños de su mansión.

Y llegó Felipe Casanova y escribió una pieza teatral que todavía se recuerda: Las cosas del pueblo. Su autor reflejó la vida, costumbres y el ambiente de la Orotava de aquellos años, así como los personajes populares de entonces: Taquito, Mr. Picke, el cura, el boticario, el alcalde y el celador que fueron interpretados magistralmente por un elenco de entusiastas. La representación se hizo en el desaparecido Teatro Atlante, bajo la dirección del propio Felipe Casanova, uno de los hombres más divertidos y dotados de humor y de una imaginación extraordinaria.
¿Aun hay muchos que se acuerdan de aquella obra de teatro y de Mr. Picke, uno de los personajes centrales declamando algo más o menos parecido...
                                        "Canta el mirlo enTacoronte
                                         canta el mirlo en Taganana,
                                         canta el mirlo en el alambre...
                                         Y cuando hay hambre
                                         canta donde le da la gana".

Felipe Casanova no solamente hizo esta obra de teatro, sino que fue, durante años, animador de las películas mudas que se proyectaban en el desaparecido teatro Power de La Orotava, interpretando al piano las piezas musicales adaptadas al film. Aquel edificio tuvo varios usos porque sirvió de prisión y de almacén. Posteriormente fue demolido y se levantó el actual que hoy ocupa Correos y Telégrafos.

Dicen que el maestro Julián Pacheco, conocido popularmente como "el siete oficios", fue requerido en más de una ocasión para poner algún remiendo en las vetustas paredes y puertas del Power que, por el peso  de los años ya empezaba a resquebrajarse. Y al margen de sus conocimientos para arreglar una tubería, puerta,  pintar o ejecutar cualquier obra de mampostería, sus conocimientos como improvisado poeta sorprendieron a más de uno. Y si no escuchen. Los que le conocieron  y trataron con más frecuencia, dicen que un día pasaba por la calle la procesión de la Virgen de Candelaria y nuestro hombre, que se había tomado unos vasos de vino, se plantó ante la imagen y le dijo:
                                         "¡Ay!, Virgen de Candelaria
                                           que acompañadita vas,
                                           si golfos son los que van delante,
                                           más golfos son los que van detrás".

"El siete oficios" tenía esos prontos y, cuando se le encendía la vena no había ninguno que le parara.
¡ Y quien no recuerda el bar Teveo, situado donde ahora está el BBVA! Era, también, lugar y punto de encuentro de la época. En su interior se jugaba a la baraja y al dominó hasta altas horas de la madrugada.
Y por esos alrededores un personaje conocido con el sobrenombre de "el hombre de cuero", capaz de comerse de una sola sentada más de diez kilos de papas arrugadas; eso sí, acompañadas por unos vasos de vino y unos trozos de carne. Y otro era un tal don Fernando "el gato", que vivía en la calle Calvario, habitual del bar el Kiosco, que está en la plaza de la Constitución, que acudía cada día a tomarse un café y unas copas. Era persona correcta, silenciosa, y muy observadora. Su buena posición económica le permitió viajar por toda Europa, un lujo que, por aquellos años, muy pocos se podían dar.
Cuentan que, en este mismo lugar, se reunían ciertos personajes de la época, entre los que figuraban médicos, abogados y veterinarios, todos ellos de la Península. Sus charlas con frecuencia, se basaban en  hablar mal de Canarias y, de forma especial de La Orotava. Nuestro hombre aguantaba aquellas críticas sin rechistar. Pero, como todo  ser humano, tenía un límite y, harto de escuchar aquellas críticas y ante el asombro de todos los asistentes, se levantó de la silla y les espetó el siguiente verso:
                                         "Después de la guerra de España
                                          nos invadieron los godos,
                                          revienta Teide querido
                                          y llénalos de mierda a todos".

Los hermanos Taquito y Agapito Regalado y Domingo que estaba de recadero en el colegio de la Milagrosa; "Los Bebeaguas" y un sinfín de personajes que deambulaban por las calles.

Una de las casas de comida más interesante de la época fue el "Bar Cuesta Arriba", regentado por Isaac Cabrera. Un monárquico acérrimo, hasta el punto de que cada uno de los comedores de su establecimiento llevaban el nombre de Alfonso XIII, Alfonso XII, La Reina Mercedes, Felipe IV y así sucesivamente. Por lo tanto la pregunta de rigor que hacía a sus clientes, era la siguiente: ¿Los señores ya han decidido en cual de los comedores desean pasar la velada?, en el Alfonso XII o en el de la Reina Cristina...
El bueno de Isaac tenía un forma  muy rara de llevar el negocio. Recuerdo que un día acudió al Liceo de Taoro para ver uno de los ensayos del grupo de teatro La Palestra, al final nos invitó a cenar a su restaurante. Nos hizo pasar a uno de aquellos comedores, con la sorpresa de que allí ni había mesas ni sillas, así que nos sentamos en el suelo y no pusimos a comer con la mayor naturalidad del mundo. Eso sí, antes cubrimos el suelo con papeles de periódico... Aunque aquello nos resultó algo chocante la comida fue una delicia.
Además, don Isaac Cabrera era culto y gran polifacético, colaboraba en el periódico EL DIA, donde publicaba artículos sobre el acontecer diario del pueblo, así como otras anécdotas y curiosidades. Un día dedicó uno de sus trabajos a Ernesto Salcedo, que era por aquel entonces director del matutino tinerfeño. El título de artículo era el siguiente: "La importancia de llamarse Ernesto". Aquello no fue bien acogido por el director, que a partir de entonces le prohibió publicar.

El Espía
Decían que Isaac Cabrera era todo un patriota. Un día, en plena guerra, llegó a  La Orotava un joven militar presumiendo de héroe y de haber recibido varias heridas durante la refriega. La fama de aquel joven pronto corrió por el pueblo. Enterado Isaac de las hazañas del valiente guerrero, llevado por su sentimiento patriótico y en vista de que no tenía donde hospedarse, se interesó por él y le dio cobijo en su casa durante varios meses, sin cobrarle una peseta. Pasaba el tiempo y entre nuestro personaje y aquel héroe se entabló  una sincera amistad. Pero, he aquí, que un buen día, el recién llegado conoció a una guapa señora que, con frecuencia, visitaba las instalaciones del cuartel de San Agustín de La Orotava para ofertar material de oficina o algo parecido a los oficiales de aquel destacamento. Dicen que los encuentros entre el "héroe" y la guapa señora eran cada vez más frecuentes. Desgraciadamente, el idilio no duró demasiado porque aquella pareja no era otra cosa que dos espías del ejército republicano en busca de información. Cuentan que ambos fueron fusilados en el Barranco Hierro de La Victoria... Los que recuerdan aquello dicen que a Isaac casi le da un soponcio y, gracias a sus amistades, la cosa para él no tuvo males mayores.

En este ambiente , de novena y llovizna interminable, se deslizó la vida de La Orotava, a penas roto unas cuantas veces al año por tal o cual solemnidad tradicional, donde la leyenda y la anécdota se dan de la mano para llegar a nuestros días.


   

lunes, 26 de marzo de 2012

Personajes populares de La Orotava, en el recuerdo




 

                          Personajes populares de La Orotava, en el recuerdo

Benjamín AFONSO


Todo el mundo piensa que la historia la hacen los grandes hombres. No hay que oponerse a tal creencia, al contrario, hay que compartir esa idea pero hasta cierto punto. Porque si los grandes símbolos históricos están representados siempre por figuras de extraordinario relieve, los más sabrosos ingredientes que salpimentan la historia humana salen de las personas casi anónimas, pertenecientes a la rica cantera anecdótica del pueblo. Los personajes que yo pretendo rescatar, salvo raras excepciones, hace años que han dejado el mundo de los vivos para instalarse en el más allá. Hubo una larga lista de personajes populares en La Orotava que se movían, en los años sesenta como pez en el agua en los bares y cafeterías de la calle Calvario, la Avenida José Antonio, la Plaza La Constitución y en cualquier rincón del pueblo donde hubiera alguna tasca, venta o güanchinche que sirviera buen vino del país, aunque esto último no era condición sine qua non si la urgencia del caso lo requería.
Los que les conocimos los recordamos tal y como en realidad eran: A ratos irónicos, tristes a veces y, en todo momento, chispeantes. Nada trascendental porque se trataba de gentes sencillas a los que el tiempo ha ido sumergiendo en las agua profundas del olvido y que, ahora, trato, insisto, de rescatar; aunque, no obstante, llenaron una época con la resonancia de su ingenio.

Pero, ¿cómo era La Orotava a principio de los 60...? Calles adoquinadas en las que crecía la hierba, charcos más o menos verdinosos y mortecinos faroles es las esquinas...
Por sus nombres los conoceréis; y si no, por lo menos los recordareis, vosotros, los que aún vivos, los conocisteis.

¿Quién, por ejemplo, no se acuerda de Perico "culogoma", que se ganaba la vida acarreando cubos de agua para las gentes que vivían en la calle Calvario y haciendo de recadero de sus vecinos?. Su figura, de hombre medio vencido por las miserias, aparecía y desaparecía en la calle La Sidrona para ir a dormir bajo unos arbustos que estaban a la altura de donde hoy se encuentra en busto de San Juan Bosco, fundador de la congregación salesiana. ¡¡Quién le iba a decir al pobre Perico que en aquel lugar, que él había escogido  como mansión para sus sueños, que con el paso de los años levantaran un busto al cura que en sus sueños veía los sufrimientos y los horrores de aquellos que ardían en el fuego del Infierno!!... La verdad es que entre ambos había una gran diferencia, pues mientras el primero tenía sueños tenebrosos, Perico, al llegar la noche, caía en los brazos de Morfeo como un angelito, viendo de entre las ramas que le hacían de techo como las estrellas recorrían el cielo.

Este personaje era capaz de recorrer cualquier calle de la Villa echándose "pedos", por lo que para defenderse de las bromas de la chiquillería  Perico se llenaba los bolsillos de piedras, que luego lanzaba contra los que osaban burlarse de él. Una noche de invierno, Perico no pudo soportar el terrible frío que descendía por la ladera. Fue en diciembre, el Teide y las cumbres estaban nevados, el aire era frío y penetrante, abarcando todos los rincones del Valle. Su pequeño habitáculo de arbustos y ramas no eran suficientes para protegerse de las bajas temperatura. No había donde ir ni a quien acudir. Estaba avanzada la noche, los bares estaban cerrados, había que buscar una solución. Decidió entonces dormir al borde de la chimenea de la calera que existía cerca del colegio de La Milagrosa. El calorcillo que desprendía las piedras hizo  que el pobre de Perico cayera en un sueño profundo y plácido. Pero...he aquí que mientras dormía siguió una orden de su subconsciente que le ordenada cambiar de postura para buscar un acomodo mejor a su ya maltrecho cuerpo, calculó mal el ancho del borde de la chimenea y cayó al fondo. La cosa no pasó del susto porque los gritos de Perico fueron escuchados por los vecinos de los alrededores, que se prestaron a sacarlo de aquel horno que empezaba a calcinarle las plantas de los pies.


Y "Taquito Regalado", con una tremenda borrachera fue a parar a la pila de agua que hay en la plaza de Casañas, frente a la iglesia de la Concepción. Por suerte, en ese momento pasaba por allí don Melchor Zárate, rescatándolo sano y salvo aunque empapado de agua. A los dos o tres días Taquito se cruzó con don Melchor y le dijo: "Adiós Padrino". A lo que éste le preguntó extrañado: ¿A qué viene eso ahora?. Replicándole Taquito: ¡Oh, no me sacó usted de la pila!...Taquito era un punto "filipino". Tocaba el timple y la contra de maravilla.

El Vendedor de Periódicos 

Otro de contemporáneos era Isidro "el bubango", que vendía el periódico LA TARDE. Recogía la mercancía en la desaparecida librería de Manuel Vivas, situada frente al Bar Fariña, a quien preguntaba que noticia era la más interesante para ir voceándola por las calles. Este trabajo lo realizaba no sin antes berberse unos Terrys, coñac que por aquellos años estaba de moda, a pesar de que su graduación alcohólica no bajaba de los 60 grados, como mínimo. Se dedicó a ello casi toda su vida, lloviendo o haciendo sol, convirtiéndose en una figura habitual en el acontecer diario, y con él desapareció el último vocero de la prensa. Se sabe que si alguien señalaba al "Bubango", éste se secaba y moría, asunto que le producía una gran indignación. Su afición al alcohol aceleró su final.

Y  Melchor "el carpintero", profesional de la artesanía de la madera que, con gran humor, en una ocasión en el Bar Fariña, un cliente le reclamó la terminación de una mesilla de noche, a lo que respondió: "Si no trabajo de día cómo quiere que se la haga de noche".

Por aquel entonces, el "Chela", que era un jovencito, cosa que no le impidió ganar varios concursos de relatos navideños convocados por el desaparecido periódico LA TARDE, acudió tres veces consecutivas para que Melchor le arreglara el brazo de su guitarra, que siempre había algún gracioso que lo partía, a lo que le aconsejó que para que no volviera a ocurrir la única solución era ponerle en el brazo un hierro, lo que aquel aceptó resignado. Nunca más aquella guitarra sonó medianamente bien. Porque destrozaba los guateques.

El intelectual          
El Bar Fariña era punto de encuentro de estos personajes. Allí acudía Santiago "el orejudo", persona que, aunque con pocos estudios, era amable, correcto y siempre dispuesto. Se las daba de intelectual y conocedor de muchos temas, tanto divinos como humanos. Un día, leyendo la prensa local , en voz alta, le dijo al camarero: ""La ví flota americana sale hacia el mediterráneo", siendo la VI flota americana. O cuando le preguntaban si había estado por allí Ramón y Cajal, respondía , ni corto ni perezoso: "Ahora mismo estuvo aquí tomándose un café y acaba de salir". Y si su mujer le llamaba la atención en público le suplicaba: "Carmela, por favor, que están pasando los transeúntes".

Y cómo no vamos a rescatar a Amparo "la reverona", una pobre mujer aficionada al alcohol, que tenía por costumbre esperar el paso de los entierros para lanzar contra el difunto improperios y maldiciones. Aquello era todo un espectáculo, especialmente en los llamados entierros "de primera", que eran los que más curas llevaban... Por mucho que la Policía Municipal le suplicara, Amparo no se privaba de insultar al difunto. Entonces, entre los rezos del clero sobresalían los grito de Amparo: "Cabrón, ahora vas arder en el fuego del infierno"... "Fuiste más ruin que mierda perro y las vas a pagar"..."Hijo de puta, un día te pedí limosna y me cerraste la puerta de tu casa, así te haga el Señor y te envíe directo con Satanas". Pero el que un día se llevó la peor parte fue cuando uno de aquellos curas, cuenta que el más jovencito, tuvo la osadía de salirse de la comitiva para rogarle a Amparo que cesara en sus insultos. Y fue entonces cuando aquella mujer, agarrándolo del brazo le gritó: "!Sale de mi lado, maricón, chulo, incorpórate a tu trabajo¡.... Así era la pobre de Amparo. Vivía sola en una casita de la calle Calvario, un día desapareció y no se supo más de ella. Creo que murió en el Hospital de La Orotava.

El sueño de El Capiro
"El Capiro" era de lo más simpático. El hombre presumía de no haber dado golpe en su vida y hasta alardeaba de haber inventado el paro obrero. Una mañana, Manuel Arbelo, comerciante que tenía una tienda de zapatos y ropas en la Avenida José Antonio, le suplicó que le ayudara a descargar una mercancía que le acababa de llegar de Santa Cruz. Era una cuestión muy sencilla porque la furgoneta que la transportaba estaba aparcada a muy pocos metros del establecimiento, si acaso tres metros."El Capiro" después de haber oído la petición del bueno de Arbelo, se le quedó mirando y muy compungido le contestó que no podía ayudarle porque tenía el cuerpo muy mal, o lo que es igual, "maltratado".
El comerciante, ante la noticia y preocupado por la salud de nuestro personaje, le preguntó el motivo de su mal, a lo que éste le respondió: "es que anoche soñé que estaba trabajando y hoy estoy que no me tengo en pie".
Dieguito "El Mariposo" era cuestión aparte, conocido por su mal genio, le reportó convertirse en el blanco de la chiquillería. Su bastón, del que nunca se desprendía, lo blandía con sumo acierto, ya que llegó  hacer diana en las costillas de muchos de aquellos bromistas. Era visitante habitual de las familias más adineradas de la época que, aún con su mal carácter, le solían dar algunas pesetillas...

Así de ocurrentes eran aquellas gentes, que no aspiraban a grandes cosas sino a dejar que la vida transcurriera sin grandes complicaciones, alegrando la vida de los demás. Como lo hizo Lorenzo "el betunero", que presumía de ser el mejor limpia botas de la villa. Y es que sus conocimientos eran tales,  que él mismo preparaba los líquidos con los que dejaba el calzado reluciente, logrando que muchas familias adineradas del pueblo requirieran sus servicios.
Además, Lorenzo llegó a formar parte del carnaval de La Orotava. Entonces vestía de blanco y sombrero pajizo, hablaba chapurreando las frases como si de un extranjero se tratara. Más de uno llegó a confundirle con un turista inglés. Lorenzo se hospedaba en la pensión El Suizo. Una mañana apareció muerto sobre la cama. Creo que con él desapareció el último betunero de la villa.

¿Quién no conoció a Ortega el fotógrafo? Fue de los primeros profesionales que se ganó la vida en las salas de fiestas del Puerto de la Cruz a principio de los años sesenta captando con su cámara a los cientos de turistas que pasaban por la ciudad, y uno de los primeros que trabajó el color, preparando los productos que le llegaban de Barcelona.
Recuerdo que Ortega se hospedaba en el hotel El Suizo de La Orotava, de donde tuvo que salir por no poder pagar la cuenta. Allí quedaron  varios miles de fotografías producto de su trabajo, metidas en varios baúles y maletas, que nunca pudo sacar.

Y en aquellas calles no encontramos con Domingo "el Gallina", todo un símbolo de las alfombras de La Orotava. Estuvo prisionero en Fyffe durante la dictadura franquista por ser de izquierda. A su regreso sufrió la marginación de los que habían sido sus amigo. Nunca más se le dio una oportunidad para su buen quehacer. El hombre se mostraba esquivo y poco hablador....
Y para cualquiera que haya conocido la sabrosa Orotava de otros tiempos, e l recuerdo del carnaval está asociado a una simpática figura: la de Morales. Era todo un símbolo, el precursor, el heraldo, el vocero de esos días de locura pagana que desemboca inexorablemente en el miércoles de ceniza. Las calles y las plazas recuerdan la figura bamboleante de Morales.

Y es que la fama de estos personajes populares, bien por una cosa o por otra, perduran en el tiempo más de lo que se cree. Cuentan que un tal Domingo Martín, sacristán de la iglesia de Santo Domingo, tenía por costumbre confeccionar una estadística que titulaba de la siguiente forma: "Lista de los bobos que hay en el pueblo" Como es de suponer muchos de sus convecinos figuraban en el censo. Tanta fama tenía la afición de Domingo que un día, uno de los señoritos que se sentaba en los sillones que colocaban por fuera del antiguo edificio del Liceo Taoro, ahora de la Tercera Edad, queriéndose burlar del sacristán, le preguntó un día en presencia de sus amigos: "Domingo, todavía no estas tú en la lista? A lo que éste le respondió: "Si señor, por debajito de usted".
Y así era La Orotava a principio de los años 60, ya entonces daban la misma sobra de hoy los laureles de India de las plazas de La Constitución y de Franchy Alfaro. Y también las calles empedradas que circundan la iglesia de La Concepción, en las que brotaba la hierba siguen intactas. Y las casonas viejas con escudos heraldicos de las familias.
Míseras casucas junto a palacios de piedra en los que crecían los verodes, se movía Agustín Regalado (El gigante), que era a un tiempo servidor de Vulcano y devoto de Orfeo, así como orador de Baco, se echaba a la calle durante las fiestas patronales de San Isidro y estaba una semana completa tocando el timple y bebiendo. Y podía faltar cualquier cosa en La Orotava menos la figura de Agustín. Antes de morir pidió que lo enterraran con su timple.
Sería interminable la lista y las anécdotas. Muchos quedan por nombrar del pasado que fue y ya no volverá hacer nunca más.

martes, 20 de marzo de 2012

La gestación de un pueblo: Puerto de la Cruz

                               La gestación de un pueblo: Puerto de la Cruz
Benjamín Afonso

Es una historia tesonera, de afán de progreso, de lucha por la libertad e independencia, de formación de la personalidad: El Puerto de la Orotava. En principio, su dependencia de San Cristóbal de La Laguna, la ciudad capitalina de entonces. Y luego, a partir de 1648, queda sujeta al régimen municipal de La Orotava, llamándose entonces Puerto de la Cruz de La Orotava. Y sigue la pugna por la independencia municipal. Y se incrementa ésta cuando se posesiona como alcalde Mayor de la Villa, don Luis Román en 1649.
Movimiento portuario en el viejo muelle de PUERTO DE LA CRUZ


                 En 1651 el Puerto tiene alcalde pedáneo cuando otros diversos lugares isleños no lo tenían.
Es interesante lo que al respecto dice nuestro Viera y Clavijo: "La Orotava había fundado en la costa inmediata una colonia de vecindario que se ocupó del comercio y la pesca abrió El Puerto Viejo en la ensenada del barranco de San Felipe, pero habiéndose echado a perder por una avenida  y reconociéndose que aquellas olas de aquellos mares del Norte eran demasiado bravas en dichos sitios se abrió el Puerto nuevo que hoy existe".
Y sigue diciendo Viera: Desde 1603 había tenido Antonio Lutzardo de Franchy comisión del Cabildo para forma la población, señalar sitios, calles y hasta un muelle que permitiera atender el importante movimiento existente.

           Surge entonces una población hermosa que luego fue creciendo con la frecuencia de extranjeros que atraídos por el comercio de vinos acudían a disfrutar de un cielo amigo y un temperamento agradable. Sobresalían los portugueses cuyo trato era tan opulento que hubo años en que se despacharon 100 embarcaciones, donde es fácil inferir cuan grande serían su número.


          Toda esta brillante historia de afanes hasta lograr su configuración municipal. Importante fue el comercio de exportación de vinos por su puerto, el auge comercial de la cochinilla, la industria artesana del calado, el movimiento marítimo en tiempos  de la exportación del plátano, los sueños por la construcción de un muelle que facilitara las operaciones portuarias, habida cuenta de la cantidad de barcos de todas las naciones que operaban en aquella zona, en unas condiciones nada favorables del mar norteño.
Y se vio desde entonces cómo esta actividad iba a decrecer en beneficio del Puerto de Santa Cruz de Tenerife. Pero no obstante se seguía con el mismo tesón, haciendo proyectos para un puerto amplio y seguro en la zona de Martiánez.

          Y vino don Miguel Primo de Rivera, y estuvo en el sector del Penitente y se le habló sobre el apoyo del gobierno de la nación para la construcción de un muelle en aquella zona, que luego se podría alargar y formar una gran bahía, con otro brazo que saliera de la zona de San Telmo. Algo se hizo en el Penitente, y para ello hubo necesidad de construir un prisma de grandes dimensiones. Se hizo en Santa Cruz y se trajo navegando hasta el Penitente, entre una despedida de cohete en la capital y un recibimiento espectacular por la novedad en el Puertode la Cruz.  Se preparó un prisma para hundirlo. Se abrieron unos huecos para la entrada del agua pero, antes del tiempo previsto, el dichoso prisma no vino a resolver nada por la posición en que quedó.

         Los problemas portuarios de agravaban. La abierta bahía del Puerto de la Cruz no era para el movimiento de barcos cada vez más importante. Los plátanos la riqueza agrícola y comercial de la isla, tendrían que embarcar sus productos por Santa Cruz. La carretera a la capital iba mejorando en sustitución de carros y carretas y ya habían camiones en las casas empaquetadoras de plátanos como Fifes Lmtd, Yeoward, Elder. Eran vehículos que se decían habían sido utilizados en la primera guerra europea. Hubo proyectos asimismo de prolongar la línea del tranvía, que ya prestaba servicio hasta Tacoronte para que desde el Puerto de la Cruz transportara a los muelles de Santa Cruz los plátanos. Pero todos los esfuerzos resultaron estériles en ese sentido.

       Las diversas situaciones que se planteaban como resultado del progreso, influyeron en los cambios que en el orden social y económico experimentara en el Puerto de la Cruz, que en sus orígenes hubo dos sectores perfectamente definidos la línea divisoria  del personero Carlos Francisco: La gente pudiente, los comerciantes poderosos, la burguesía; y al otro lado, la gente del mar. La Ranilla. En un lado las casas suntuosas y en el otro, las viviendas de la pobreza.

        Todo esto supo el Puerto de la Cruz coronarlo con una vida comunitaria de apoyo y mutua simpatía. Y la raya fatídica se borró, y entre todos,  portugueses, franceses, genoveses, ingleses, y alemanes se forjó la ciudad turística más sobresaliente de la isla. Ya decía un escritor en 1916, "ninguna población canaria ofrece tantos atractivos para el turismo como el Puerto de la Cruz con sus confortables hoteles, espléndidos jardines y bellos panoramas. Es un lugar predilecto de los extranjeros que en el se encuentran el doble incentivo  de la tierra y el mar".

       Fue Nicolás Benítez de Lugo uno de los pioneros de un plan de obras en el valle, con fines turísticos y sitio de reposo para aquellos extranjeros a los que por sus padecimientos se les recomienda un clima benigno. Muchos calificaron esta idea de utópica, irrealizable, y hasta dijeron que Benítez de Lugo que era un insensato soñador. Y fue más tarde el doctor Víctor Pérez quién se propuso formar una sociedad que llevase a cabo la construcción de un hotel, en un sitio privilegiado por su situación, y que era un erial cubierto de lava. Efectivamente, comenzó a construirse en el sitio elegido por don Víctor Pérez y con arreglo a los planes trazados por Mister Coquet, en 1888. En el año 1890 se construyó una parte del hotel y 1893, el resto de la obra. Fue el gran Hotel Taoro, rodeado de jardines, algunos de ellos realizados bajo la dirección de Felipe Machado y Benítez de Lugo.

        Con el hotel Taoro, El Marquesa, El Martiánez, la pensión Brisas del Teide...los primeros establecimientos de la ciudad. Especial recuerdo merecen, entre otros, don Enrique Talg, a quien tanto debe la empresa turística en la isla. Fue director del hotel Quisisana, en Santa Cruz, después el hotel Taoro y el Martiánez, y finalmente el hotel Tigaiga, su última obra. Realizaba don Enrique frecuentes viajes al extranjero haciendo propaganda de las bellezas y clima de la isla, y de la afabilidad de la gente, y de los magníficos hoteles de Puerto de la Cruz en aquellos lejanos años. Otra figura sobresaliente, don Isidoro Luz Cárpenter, hizo posible el moderno trazado de la población portuense incentivando la creación de hoteles que ha traído consigo el crecimiento de una extensa y variada red comercial de primer orden.

        Otros de los que contribuyeron a la captación turística fueron los alcaldes  Felipe Machado del Hoyo, Antonio Castro, Marcos Brito, Francisco Afonso, Félix Real, Salvador García y María Dolores Padrón.
También el historiador Antonio Ruíz Álvarez, a quien conocí una tarde en la sala del Instituto de Estudios Hispanicos donde se exponían obras del pintor Jesus Oramas, en los años 60 daba en París conferencias sobre la isla, y en especial de Puerto de la Cruz,  ilustradas con diapositivas. Ruíz Álvarez fue condecorado años más tarde por el Gobierno francés por su labor investigadora. Asimismo, en este quehacer figuran los nombres de Cándido García San Juan, Enrique Talg, Gerardo Gleixner, Marcos Baeza, y otros.
En la actualidad el Ayuntamiento de Puerto de la Cruz está realizando una serie de obras de infraestructura de vital importancia para el desarrollo turístico de la ciudad.  La avenida de la Familia Bethencour, carretera de El Tope, Jardines de Martiánez, así como muy pronto en la calle La Hoya, entre otras forman parte de una serie de actuaciones destinadas a conseguir una ciudad´más atractiva y moderna.

        El turismo en el Puerto de la Cruz ha sido la solución definitiva que se le había planteado en el transcurso de los años. Una población moderna constituye la rúbrica de su progreso, pero algo se ha perdido, y muy importante en este acontecer de cada jornada. Se perdieron los rasgos definitorios de la ciudad en esta especie de euforia constructiva. El hotel Monopol perdió las líneas definitorias de su fachada. El edificio de la Casa de Yeoward fue eliminado por el hierro y el cemento de una construcción  moderna, como así también la llamada Casa Sindical, en uno de cuyos salones de la planta baja tenía su librería Vicente Cartaya. Y de esta euforia tampoco se salvo la pescadería, símbolo del quehacer marinero, y así quedó el embarcadero sin su marco propio que fueron estas construcciones.

       El Puerto ya no es la estampa de tejados rojos que contemplara ensimismado el acuarelista Bonnin, desde la atalaya de la curva de la carretera de Las Cabezas.
Cierto es que lo moderno, lo actual se impone por exigencia del progreso, pero es bueno que el Puerto de la Cruz no pierda más de lo poco que le queda como definitoria de su personalidad. Junto a estos hitos históricos surgen la población de atractivo turístico que goza de predicamento mundial.

     Como centinelas en eternas vivencias, los restos fundamentales de sus orígenes con el Castillo de San Felipe, cuando el pueblo fue llave de la isla.