martes, 10 de julio de 2012

La gente buena y piadosa



Benjamín AFONSO

                    Mírales, los domingos la gente buena y piadosa acude, congregada por un sonido invisible, que nace en sus corazones, hasta las puertas de los templos donde la carne efímera recordará que existe otra vida más allá de la vida. Sobre la ciudad se extiende la luminosa invasión de un sol que dibuja alargada todas nuestras sombras. En una esquina varios jóvenes recogen firmas contra la droga y reparten folletos donde se hace propaganda de la salud y el deporte. En otra parte de la ciudad también hay gentes que ocupan su tiempo en cosas hermosas: un grupo de monjas recorre las calles, portal a portal, subiendo penosamente escaleras y llamando a todas las puertas, para recaudar dinero con destino a los pobres que alberga en sus asilos.
                En varios periódicos se publica gratuitamente, por supuesto, un anuncio altruista; el número de una cuenta corriente donde puede ingresarse cantidades de dinero destinadas a las mujeres y niños (no se habla de los hombres en el anuncio, pero se les supone incluidos) que se encuentran al borde de la muerte en Somalia. Por la calle principal de la ciudad desfila una silenciosa manifestación de homosexuales y lesbianas para reivindicar  a amarse en libertad y sin tapujos, aunque algunos marchan  con el rostro cubierto con un pañuelo.
                En los templos, los sacerdotes hablan hoy del hijo prodigo que regresa al hogar para verse colmado de bendiciones por su padre y de envidias por sus hermanos. Es domingo en la ciudad bajo el sol y el ejército de los que luchan por el amor, en sus muchos frentes, combate de nuevo.
La gente buena y piadosa, las monjitas postulantes, los saludables jóvenes que luchan contra la droga, los sacerdotes y sus fieles, no han leído la pequeña noticia, a una columna, en los diarios de la mañana. Una niña que esperaba un trasplante, murió sin que llegara el órgano que necesitaba.

               Cada día, la gentes buena, la gente piadosa, se muere de golpe y porrazo. Se mueren, sin más, o se les muere algunos de los suyos. Y la gente buena, la gente piadosa, la gente que cree en el alma, meten los cuerpos que ya no son nada dentro de una caja y los esconde bajo tierra, para que se pudran.
La gente que cree en las almas acaba creyendo en los cuerpos y no permite que los riñones, o el hígado, o el corazón de los restos de un familiar, salve otra vida. La misma gentes que escucha como Jesús le grita a Lázaro que salga de la tumba se tapa los oídos para no escuchar el silencioso alarido de una niña que le pide un trozo del cuerpo cuando no sea más que una piltrafa inútil. La gente piadosa quiere pudrirse entera porque es inculta y temerosa. La gente buena y piadosa combate este domingo luminoso por el bien. . Al mediodía llevarán flores al cementerio. Rezarán delante de una lápida, sabiendo que debajo ya no queda nada de aquella sonrisa. Y pasarán las páginas con la noticia de la muerte de Inmaculada, con 27 meses apenas de vida, sin saber que también se mata por ignorancia. Son gentes buenas y piadosas que quieren que sus muertos se hagan polvo enteros.Y con todo, uno se da cuenta que esto es una mierda, un disparate. Vivimos en una sociedad inculta, que prefiere-insisto-enterrar a sus muertos a sabiendas de que hay otras personas que necesitan de un corazón, de un hígado o de un pulmón, la única forma que Inmaculada y otras tantas personas hubieran impedido el paso inexorable de la muerte, y ahora podrían estar sentados a nuestro lado, respirando, riendo, disfrutando del sol  esplendido de este domingo pero esta visto que los españoles, la gente buena y piadosa sólo quiere la carne perdurable y resurrecta de la fe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario