martes, 24 de julio de 2012

La hipocresía política consiste en esconder las vergüenzas propias y exaltar las ajenas


BENJAMIN Afonso


La democracia, ya saben ustedes, es el menos malo de los sistemas de Gobierno aunque se puede ver empeorado en función de sus protagonistas políticos, cosa que ocurre en nuestro país desde hace décadas. Las noticias que nos llegan son para temblar. La crisis económica es el tema central de cualquier conversación. Hablamos de ella tanto que nos hemos convertido en economistas y nos atrevemos a dar soluciones al peliagudo problema, que no sólo afecta a España sino al resto del mundo mundial. No se habla de otra cosa. Las tertulias en radio, televisión y medios escritos se encargan de atiborrarnos sobre el asunto. Luego; nosotros, lo continuamos en nuestras reuniones familiares, en el bar, la cafetería y hasta cuando acudimos al sepelio de algún amigo o familiar. Algunos haciendo un poco memoria- cada vez menos- evocan la etapa del socialista Rodríguez Zapatero que, en su empeño por desarrollar una política social de altos vuelos dejó el erario público más limpio que un escoplo.


Ahora la gente del PSOE, que es muy demócrata, anda por ahí, como alma en pena, planteándose con desconsuelo un argumento muy razonable: si esta vez no han podido ganar al PP es por culpa del dichoso Zapatero que, al poco tiempo de llegar al poder descubrió lo fácil que es disparar con pólvora del Rey, condonando deudas a otros países, por poner un simple ejemplo.


Con la llegada de los populares al Poder, Rajoy se empecina en cargar las tintas de todos los males económicos a los sectores sociales más desfavorecidos.La cultura y la medicina, que ya estaban enclenques han sido las más perjudicadas. Mientras que los casos de corrupción siguen salpimentando la vida de los españoles. En definitiva, todos aquellos que depositaron su confianza en los peperos andan- no sin razón- defraudados. Se han dado cuenta que el problema no es de fácil solución. Pero ya se sabe, el pueblo así lo ha querido. La estructura democrática se vertebra sobre un hecho perfectamente discutible que es la voluntad de las mayorías. Con todo, considero que aunque diez millones de ciudadanos digan que la Tierra es plana seguiré pensando que es redonda y algo achatada por los polos. O lo que es lo mismo, que una cosa es que las mayorías impongan su voluntad a través de la democracia y otra cosa que tengan razón. Pueden tener la razón de la mayoría, pero no la razón de la razón. La mala opinión que tengo de las masas me inclina a pensar en lo peor, pero la visión de la realidad nacional me hace temer que en el fondo la gente se ha dado cuenta de que casi todos son iguales en todos lados. Puestas así las cosas, el dilema está en saber qué hacemos de cara al futuro.


La hipocresía política consiste en esconder las vergüenzas propias y exaltar las ajenas. A Rajoy y a todo su gobierno le está cayendo una lluvia de azufre porque en tan poco tiempo de estancia en el Poder, algunos de sus planes y promesas con las que se presentó a las elecciones se alejan mucho de la realidad.

Hasta hace muy poco parecía que la mayoría de este país consideraba a los socialistas como el arquetipo de la mamandurria nacional. Después de las pasadas elecciones generales hay que concluir que los ciudadanos se han dado cuenta, que han refrendado de nuevo la cultura del pelotazo y del rodillo. El Partido Popular aplica la misma política que Zapatero: el enchufismo y la financiación de la banca, curiosamente los culpables de meter al país en un callejón sin salida.Y es que algunos han aprovechado el noble ejercicio de la política en una profesión, casi en una casta.


El PP está aprendiendo la primera gran lección: una cosa es hablar desde la oposición y otra muy distinta desde el gobierno. Además, podríamos hablar de una crisis ética. Lo que pasa es que la ética y este país han vivido siempre con separación de bienes, de pena.

jueves, 19 de julio de 2012

La muerte del bosque

Por Benjamín AFONSO


MAR y bosque conforman la síntesis de la isla.

El mar, como camino de la aventura; el bosque,

como regazo de la tradición.

Por nuestras costas vinieron las razas que luego,

a la sombra del bosque continuaron su camino.

Coronando las altas cumbres de la isla,

el bosque que es como una verde cabellera

que el viento despeina, muere hoy abatida

por el fuego que sube por los barrancos

abruptos devorando el paisaje de los siglos...

martes, 10 de julio de 2012

La gente buena y piadosa



Benjamín AFONSO

                    Mírales, los domingos la gente buena y piadosa acude, congregada por un sonido invisible, que nace en sus corazones, hasta las puertas de los templos donde la carne efímera recordará que existe otra vida más allá de la vida. Sobre la ciudad se extiende la luminosa invasión de un sol que dibuja alargada todas nuestras sombras. En una esquina varios jóvenes recogen firmas contra la droga y reparten folletos donde se hace propaganda de la salud y el deporte. En otra parte de la ciudad también hay gentes que ocupan su tiempo en cosas hermosas: un grupo de monjas recorre las calles, portal a portal, subiendo penosamente escaleras y llamando a todas las puertas, para recaudar dinero con destino a los pobres que alberga en sus asilos.
                En varios periódicos se publica gratuitamente, por supuesto, un anuncio altruista; el número de una cuenta corriente donde puede ingresarse cantidades de dinero destinadas a las mujeres y niños (no se habla de los hombres en el anuncio, pero se les supone incluidos) que se encuentran al borde de la muerte en Somalia. Por la calle principal de la ciudad desfila una silenciosa manifestación de homosexuales y lesbianas para reivindicar  a amarse en libertad y sin tapujos, aunque algunos marchan  con el rostro cubierto con un pañuelo.
                En los templos, los sacerdotes hablan hoy del hijo prodigo que regresa al hogar para verse colmado de bendiciones por su padre y de envidias por sus hermanos. Es domingo en la ciudad bajo el sol y el ejército de los que luchan por el amor, en sus muchos frentes, combate de nuevo.
La gente buena y piadosa, las monjitas postulantes, los saludables jóvenes que luchan contra la droga, los sacerdotes y sus fieles, no han leído la pequeña noticia, a una columna, en los diarios de la mañana. Una niña que esperaba un trasplante, murió sin que llegara el órgano que necesitaba.

               Cada día, la gentes buena, la gente piadosa, se muere de golpe y porrazo. Se mueren, sin más, o se les muere algunos de los suyos. Y la gente buena, la gente piadosa, la gente que cree en el alma, meten los cuerpos que ya no son nada dentro de una caja y los esconde bajo tierra, para que se pudran.
La gente que cree en las almas acaba creyendo en los cuerpos y no permite que los riñones, o el hígado, o el corazón de los restos de un familiar, salve otra vida. La misma gentes que escucha como Jesús le grita a Lázaro que salga de la tumba se tapa los oídos para no escuchar el silencioso alarido de una niña que le pide un trozo del cuerpo cuando no sea más que una piltrafa inútil. La gente piadosa quiere pudrirse entera porque es inculta y temerosa. La gente buena y piadosa combate este domingo luminoso por el bien. . Al mediodía llevarán flores al cementerio. Rezarán delante de una lápida, sabiendo que debajo ya no queda nada de aquella sonrisa. Y pasarán las páginas con la noticia de la muerte de Inmaculada, con 27 meses apenas de vida, sin saber que también se mata por ignorancia. Son gentes buenas y piadosas que quieren que sus muertos se hagan polvo enteros.Y con todo, uno se da cuenta que esto es una mierda, un disparate. Vivimos en una sociedad inculta, que prefiere-insisto-enterrar a sus muertos a sabiendas de que hay otras personas que necesitan de un corazón, de un hígado o de un pulmón, la única forma que Inmaculada y otras tantas personas hubieran impedido el paso inexorable de la muerte, y ahora podrían estar sentados a nuestro lado, respirando, riendo, disfrutando del sol  esplendido de este domingo pero esta visto que los españoles, la gente buena y piadosa sólo quiere la carne perdurable y resurrecta de la fe.